La Danza de Herrín de Campos

RESCOLDO DE UNA VIEJA COSTUMBRE DE COFRADÍA: MISA, SERMÓN Y DANZA

Aún recuerdo cuando conocí a Fidel Acero, allá por los años 90, cuando comencé a interesarme por las danzas de palos del entorno del río Sequillo.

«Verá usted, tengo ahí arriba aún el traje viejo de birria todo apolillado, me da pena, pero habrá que tirarlo a la basura, pues está muy viejo y además ¡ya hay otro nuevo!». Fidel se emocionaba al rememorar sus años de danzante y birria de cuadrillas de jóvenes a las que fue adiestrando en el manejo de los palos. La conversación me tenía muy interesado, porque indudablemente había dado con un buen informante con una memoria prodigiosa. Fidel había trabajado desde niño como albañil, me contaba también las chapuzas y reformas que realizó de joven en la finca donde se encuentran los restos del Monasterio de Benavides, y nuevamente se emocionó de nuevo hablando de su abuelo el dulzainero Simón de la Rosa: “Mi abuelo fue un dulzainero elegante, hacía hablar a la charambita, lástima que se fuera de alguacil y pregonero a Villarramiel”.

A lo largo de todos estos años he tenido la suerte de contar con su amistad y seguir conversando con él en numerosas ocasiones, a veces con tertulia incluida con su amigo Modesto. Fidel que se ha mantenido al frente de la cofradía de San Antonio de Padua, hermandad que conserva al día de hoy la típica danza, es un espejo en el que se miran algunos jóvenes muy involucrados en impulsar de nuevo la cofradía y su danza, dándole continuidad al frente de la misma. Hace unos pocos meses decidí hacer un breve resumen de la historia de la danza en Herrín de Campos, fruto de mis indagaciones en distintos archivos, y plasmarlo en un panel que Fidel luce orgulloso en el bar del pueblo -regentado por su hijo Adolfo- rodeado de una buena colección fotográfica de cuadrillas de danzantes de todas las épocas.

Aunque actualmente la danza está vinculada exclusivamente a los hermanos de la Cofradía de San Antonio de Padua, en el pasado no fue así y estaba tanto o más relacionada con otras cofradías suprimidas a finales del siglo XVIII como la de Nuestra Señora de la Expectación, Nuestra Señora de la Paz o la del Santísimo Sacramento. La Cofradía de Nuestra Señora de la Expectación disponía de un juego de libreas de su propiedad, que durante años alquilaba a otras cofradías de la localidad y pueblos colindantes para hacer las danzas, contribuyendo de esta forma a su mantenimiento y al pago de la tercia al hospital de San Roque. También aparecen referencias en la de Nuestra Señora de la Paz, cuya festividad se celebraba el 15 de agosto donde no faltaban los cohetes y la danza, según se asienta en sus libros. Y es posible, aunque en este caso no existen libros que lo avalen, que estas danzas estuviesen también asociadas a la del Santísimo Sacramento por estar habitualmente ligadas a esta cofradía.

Como muestra de la tradición que existió en Herrín a la hora de celebrar con música y danza cualquier acontecimiento de su devoción popular, en el libro de fábrica de la iglesia, se describe la fiesta organizada con motivo de la colocación del Retablo Mayor que había sido estofado y dorado por el maestro Tomás García en el año 1768: «…se emplearon treinta y nueve docenas de cohetes y alquilaron trajes para los danzantes que costaron sesenta reales contando con la propina que se dio al tamborilero que les tocó la danza. También se gastaron cincuenta reales en un refresco dado a los danzadores que hicieron las mudanzas y lazos; y treinta reales más que importaron los gastos en atenciones que se tuvo con el tamborilero en los cuatro días que se ocupó en tocar en la expresada fiesta los bailes y hogueras que se hicieron para festejar el acontecimiento».

COFRADÍA DE SAN ANTONIO DE PADUA

La Cofradía de San Antonio de Padua quizá sea, de las existentes en la provincia de Valladolid, la que mejor tiene documentada su danza. Es posible que ya estuviese activa en el año 1781 cuando se asienta en el libro de cuentas de la Cofradía de la Expectación, el ingreso de ocho reales de vellón por el alquiler de un juego libreas para los danzantes en la fiesta de San Antonio de Padua.

En sus inicios, la cofradía era gremial y estaba formada por pastores. Ésta contaba con un buen rebaño de reses lanares que arrendaban el primer domingo de mayo y comenzaba a ser efectivo el 15 de agosto. El número de hermanos no podía pasar de treinta, pues consideraban que fuera de ese número solía ser causa de disolución.

El 28 de mayo de 1830 establecen nuevas reglas por las que se regirán a partir de ese momento, y dado el interés que despertaba el danzar durante la procesión, se regula la danza y todo lo relacionado con la misma: “… para mayor solemnidad haya de haber desde la víspera danza compuesta de ocho hermanos, sin que ninguno de ellos sea obligado a vestir de chiborra, botarga o cachidiablo. Quedando ésta de acuerdo y ordenada desde el día del arriendo de las ovejas (primer domingo de mayo)”. A partir de entonces los nuevos hermanos entrantes estaban obligados a danzar, salvo algún impedimento físico o tener luto cercano, estando obligado a poner en su puesto a otro hermano: “…ágil y apto para tal desempeño de la danza y que no impida el lucimiento de los demás compañeros en sus evoluciones y lazos, así como en sus marchas arregladas al arte de marcha y danza”. También se establece el protocolo a seguir en todo momento por los danzantes durante la víspera y día de la festividad, determinando el recorrido y número de lazos que se han de hacer durante la procesión. Desde este momento aquel «moderno» que no quiera danzar será expulsado de la cofradía.

En 1911 peligraba la continuidad de dicha congregación, y para facilitar la entrada de nuevos hermanos, se decide suprimir del reglamento la obligación a danzar que tenía cualquier devoto que quisiere pertenecer a ella, pasando a ser un acto libre y espontáneo para aquellos que quieran hacerlo. En años sucesivos la danza se forma en parte por voluntarios ajenos a la cofradía. En los asientos aparecen con frecuencia los nombres de los danzantes, el birria, el músico y una anotación posterior agradeciendo el gran favor que hacen a la cofradía.

Durante la Guerra Civil, suscitó polémica la costumbre y obligación que tenía el mayordomo de dar como colación la media libra de bacalao a cada hermano con el pan y aceite correspondiente, ya que había escasez y su precio era muy elevado, motivo por el cual se decidió suspender dicha colación restaurándola de nuevo en el año 1950. Años después ante la ausencia de birrias para la danza se acordó que aquellos que hubiesen sido mayordomos desde esos años de 1938 a 1950 y no hubieran dado el bacalao saldasen su deuda siendo birrias durante los años siguientes.

Hoy día continúa aún en activo esta danza y aunque hubo unos años que se dejó de realizar, se retomó con algunas modificaciones.

LOS DANZANTES

Cuadrilla_danzantes_Herrin

La cuadrilla y cuerpo de la danza lo componen ocho danzantes y el chiborra o cachidiablo que ejecutan los pasillos y pasacalles de castañuela al son del Tariro y La tía Pascuala, así como la entrada y salida del santo danzando al punteado La gracia de San Antonio. El repertorio de paloteos que se conservan son los siguientes: Bienvenido, El Glorioso, Señor Mío Jesucristo, La Pájara Pinta y El Artillero Volante, y otros de los cuales únicamente se conserva la melodía como El Merino, Los Franceses, El Caracol, La Triste o La Cruz Verdadera. Los esquemas coreográficos se componen de calles, cruces y “carabañuelas” siendo su peculiaridad realizar lazos de dos calles y sin cambiar el sentido de la mismas.

La indumentaria que utilizan los danzantes de Herrín, es la típica de los de la zona y se compone de zapatillas, medias blancas, pololos, “manteillo” de doble enagua, camisa encintada con corbata del santo patrón, palitroques y una corona floreada en la cabeza. El «birria» o botarga difiere en su traje ya que viste de manera bufonesca y colores llamativos, con jubón y pantalón de arlequín en rojo y amarillo adornado de cascabeles, un bastón o tralla con una pelota colgando y una “gorreta” con que se cubre la cabeza.

LOS MÚSICOS

Hasta bien entrado el siglo XIX el músico era el tamborilero de flauta de tres agujeros, siendo posiblemente la primera dulzaina que tocó para esta cofradía la de Martín de la Rosa. Martín era un buen dulzainero local al que acompañaban como segunda dulzaina y redoblante sus hijos Simón y Agustín, a finales del siglo XIX. Además tenían que tocar la rueda que se bailaba el día de la fiesta en la plaza del pueblo.

En los años treinta del siglo XX se recurre a músicos forasteros, y se incluye en las reglas de la cofradía el pedir permiso al alcalde para que los músicos puedan tocar sin impedimento alguno por la población. Aparecen en los libros de cuentas asientos de algunos dulzaineros de renombre como: Juan Cuevas Galindo de Villada, Emiliano Sánchez Cabezorra de Palacios, los de Guada (probablemente Higinio Valverde -el herrero de Boada-, y Fausto del Río Maltoca), etc. De otros que aunque no se hace constar el nombre, dan fe las fotos existentes: Paco Pardo de Castromocho, Darío Torres de Baquerín o los Melgos de Torremormojón. Incluso algún año en que no se encontraba dulzainero se fue en busca de Felicísimo Rodríguez a Santas Martas, o Mariano Gutiérrez Calcón a Pedraza de Campos. Los últimos dulzaineros que han seguido hasta la actualidad son los López de Frechilla.

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