Un poeta terracampino
Semblanza
Aderito Pérez Calvo (1925-2012), nació en la localidad vallisoletana de Cuenca de Campos. Apasionado por la historia y la arqueología, además de la literatura, en la que destacó.
Descendía de una familia de larga estirpe labradora. Su padre Benito Pérez Padilla, un hombre muy cultivado personalmente e interesado por conocer todas las técnicas agrarias, sería presidente de la Cooperativa Comarcal del partido de Villalón. Fue uno de los grandes impulsores de la Obra y el Banco Agrícola Villalonés que acabaría con la plaga de la usura en la comarca; el enemigo más dañino y factor importante de la crisis cerealista de los primeros años del siglo XX.
De herencia paterna sería el amor a esta tierra y quien le inicio por el camino intelectual. “Creo que mi afición a la literatura la heredé de mis antepasados”, solía decir. Podemos leer algunos versos de su padre en la revista La Voz Social:
Son cuatro cosas notables
del partido de Villalón:
el queso, el rollo, la fuente
y la gran federación.
Pocos han descrito como Aderito la desconocida Tierra de Campos y sus gentes, quien plasmó en sus obras el quehacer agrícola de los pueblos terracampinos, en todas sus facetas, que agonizaban por la irrupción de la agricultura mecanizada y dejó en sus versos constancia de ellas antes de que se las llevase el olvido.
Aderito ya desde niño empezó su afición por la literatura escribiendo algún cuento y poesías. Siguió el legado de su tío abuelo D. Andrés Pérez García, y se interesó por el origen e historia de su pueblo que solía aprender escuchando con avidez lo que se contaban los moradores ancianos en las tertulias en la rinconada de La Soledad.
Estudió Humanidades en las universidades de Comillas y Roma; regresó a su pueblo donde se dedicó profesionalmente a la agricultura y ejerció como administrador del convento de las Claras, antiguo palacio de doña María Fernández de Velasco. Tras su jubilación intensificó su actividad literaria y cultural participando en multitud de actos relacionados con las costumbres y tradiciones de la Tierra de Campos; muchas veces en compañía de su amigo íntimo el historiador Carlos Duque. “Escribo para evitar el olvido de las labores agrícolas” es otra de las frases que con frecuencia solía decir.
De su matrimonio con Consuelo Ceinos nacieron siete hijos. Su hija María José es quien ilustra con sus dibujos algunas de sus publicaciones.
Como escritor, fue un poeta clásico del soneto, madrigal y romance con algunas obras en versos libres, siendo autor de varios libros y artículos de poesías y de prosa, entre los que se encuentran: “Cuenca de Campos, ayer” referente a la historia de su pueblo; “De Campos a Compostela” en la que refleja las vicisitudes de los pueblos que cruzan los peregrinos en su camino hasta Santiago; “Recuerdos de Castronuño”; “Dornillas”, “El Despertar de Pintia”; “La Elocuencia de las piedras” editado por el Aula de Arqueología de la Universidad de Valladolid; “Renacer”; “Huellas” ; “Tierra y aire. Ayer inmediato en Tierra de Campos” (2001); “Cinco sonetos a la Semana Santa de Sahagún“ (2008); o “Genes vacceos de Conca a Pintia”.
En total, escribió cerca de una docena de ellos, sin embargo quedaron algunos muy interesantes sin publicar, como su obra póstuma “Mulas Milenarias”, editado por Jorge Santiago Pardo tras su fallecimiento. Aderito había iniciado su vida literaria como colaborador de la revista El Trijón.
Por su fecunda labor literaria y cultural, este conquense ilustre, recibió numerosos premios y reconocimientos: “Terracampino de pro” (2001) de la Asociación Amigos de la torre de Gordaliza; “Un Diez para Diez” (2007) concedido por varias revistas de Valladolid y Zamora por su labor literaria cantando a Tierra de Campos; premio de poesía “Cervantes en romance” (1997) y primer premio de poesía de la Consejería de Bienestar Social (1993).
Fue pregonero de las fiestas de su pueblo en 1993 y gran impulsor del proyecto: “Tras los pasos del padre Isla del territorio Fray Gerundio”. En la necrópolis de Las Ruedas unas placas que señalizan las tumbas exhumadas recogen junto a la información técnica unos bellos poemas de Aderito recreando historias del pasado vacceo de los muertos de Pintia (La otra mirada).
Estelas de las Ruedas
Estas piedras que cerca el laboreo
y que han sido sin ley diseminadas.
Son las barcas hundidas y varadas
en el brumoso océano vacceo.
Son hoguera con pétreo parpadeo
que iluminan las últimas moradas
de unas pintianas gentes no nombradas,
en otro tiempo envidia y apogeo.
Perdiendo su calcárea pesadumbre
estas moles que al sol cara le plantan
reclámanle sus zoomorfas figuras.
Enhiestas en su blanca certidumbre
gritan si los arados las sepultan
¡Nunca abandonarán sus sepulturas!
En el año 2012 se organizó un acto “In Memoriam” en Villafrades por “Los Amigos de Aderito”, presentado por el arqueólogo y amigo del poeta Jorge Santiago Pardo. Además de ensalzar la figura del homenajeado se leyeron poesías o textos originales de Aderito. Ese mismo año recibió otro homenaje en el acto de entrega de los premios “Diez para Diez” celebrado en Villanueva del Campo.
Poema El Rollo, recitado por D. Diodoro Sarmentero Martín el 1 de septiembre de 2012 en Villafrades de Campos (Valladolid)
Aderito que falleció el 3 de marzo de 2012, a los 82 años de edad, tuvo una vida paralela a la de su hermano Benito, quien le dedicó este bonito poema:
Aderito
Porque no hubiese estridencia,
Aderito te pusieron.
No saben que suprimieron
de apellidos la presencia.
Ahora a un viejo o a un chiquillo
si donde vives preguntas,
le resulta muy sencillo:
“Las puertas de verde juntas”
Con esa ciencia fecunda
y un nombre tan peregrino,
primero San Bernardino,
tú la persona segunda.
Así reza su epitafio:
Nací en una tierra de colores
donde el fuego del sol se vuelve arcilla.
Aprendí a caminar en la amarilla
desolación de llanos y de alcores.
Algunos poemas relacionados con la Tierra de Campos
Poema recitado por el autor durante un acto homenaje a la figura del chiborra celebrado el 18 de agosto de 2002 en Villafrades de Campos:
A quienes tenemos la suerte de distinguir, más bien reverenciar, es a los ilustres hijos de Villafrades D. Máximo y D. Indalecio.
El pueblo de Villafrades os rinde un justo homenaje haciéndole coincidir intencionadamente con las fiestas patronales de la Virgen de Grijasalbas del año 2002. Porque merecisteis ser nombrado Chiborra en un pasado feliz. Por tanto sabéis mejor que nadie lo que este genuino personaje representa; se le dio desde la antigüedad todas las excelencias. Él es el norte de la fiesta, con sus danzantes escolta a la Virgen y simboliza el amor que los fieles entregan a su Patrona.
A tan encumbrado personaje, en el que encarno con entusiasmo a los queridos homenajeados, dedico este poema:
Chiborra
Cuando digo Chiborra, digo hombría,
digo pasión, entrega permanente,
digo algo más que rito trascendente,
digo sed de lo alto y alegría
Sabía bien la Virgen lo que hacía
al elegirte tan resplandeciente;
jamás quiso que fueras penitente,
te hizo hidalgo de honor su hidalguía.
Cascada de colores es tu manto
y llevaste tu estirpe por bandera,
Villafrades te dio tu señorío.
Te subió en pedestal, no sabes cuanto,
que ser Chiborra no es un Don cualquiera,
es un honor, un santo escalofrío.
Al pequeño redoblante Diego Álvarez:
Castilla eterna
Te cambiaron, Castilla,
el mar por tierra,
te dejaron los trigos
y las avenas.
Te vistió de colores
la primavera;
el sol al abrazarte
te hizo morena.
Nunca por ti lloraron,
que no estas muerta,
solamente cansada
de tanta brega.
Soportaron tus hombros
siglos y guerras
y tus hijos bailaron
en plazas y eras.
Las dulzainas son pájaros,
que lloran y cantan,
heridas se desangran
sobre las ramas.
El tamboril crepita
ardiendo a ráfagas.
¿Quién apagará el fuego
de tanta llama?
Dale que dale,
Diego, al tambor,
que tiemble el mundo
con tu pasión.
Ton, ton, mi niño,
pom, pom, pom, pom,
que está latiendo
su corazón.
A sus amigos los dulzaineros Rafa, Jesús y Segundo (12-9-2003):
Dulzaina
Clarín el más audaz de la alegría,
kikirikí del gallo de la aurora,
mensajera feliz, madrugadora,
la fiesta anuncias al llegar el día.
Tras de ti vuela la chiquillería,
por ti el chiborra baila, salta y ora,
el coro de danzantes se enamora
al recamar sus palos tu armonía;
entonces ya tu voz se torna altiva,
un ruiseñor gorjea en tu garganta.
¡Convierte el regocijo en alborozo!
Hechizado me dejas, sin saliva.
Llora, llora, dulzaina, canta canta,
haz que mi vida se convierta en gozo.
Aprendí de niño el único lenguaje que entienden todos los seres humanos. Me lo enseñaron las campanas.
Campanero
La música en tu pecho era cautiva
Tu pasión fervorosa más que humana
Te encaramó a la luz desde la torre
Fundiéndote al metal de las campanas.
El viento se alió con los badajos,
El cielo convertido en pentagramas
Un manantial azul de notas era
Se te metió la música en el alma.
Ya todo soledad todo, todo deseo,
Las cuerdas y tus manos se incendiaban
Llenabas los confines campanero,
De llantos de bordón, ecos y llamas.
Ebrias de golpear al infinito
Tantas alegres notas, tantas ascuas,
Tanto dolor y tanta calentura
Para estrellarse en las más altas tapias.
Queremos alegría, campanero
Arráncala del labio a tus campanas,
Consigue que tus potros se desboquen
Sobre las verdes copas, bronce y plata.
Toca para todos los que no sabemos,
Con música recibe a la alborada,
Al nacer, al morir, tócala al hombre,
A fiesta tócale que le hace falta.
Palomar
Surgido de la tierra en remolino
eres gala del valle y de la loma,
el abrigado hogar de la paloma,
el cobijo del tordo y de su trino.
Laberinto infantil del palomino,
brocal de un pozo seco donde asoma
el sol para beber. En ti desploma
cósmica sed, siguiendo su camino.
Redondel cara al viento paramero,
remedo de viviendas ancestrales,
posesión del hidalgo castellano.
Te coronan de azul por el alero
zuritas con crianza en tus nidales.
Todo es azul: el cielo, el aire, el llano.
Poema de Aderito que fue musicado por el pianista Diego Fernández Magdaleno:
Himno de Cuenca
Hoy estreno mi voz al dedicarte
una canción filial que nos congrega
porque tu solar fue mi alba y mi cuna
mi canto quede Cuenca en ti prendido
en tu historia fundido y en tu alma
firme en tu caminar hacia el futuro
no tienes que temer, siempre adelante.
Tu fe, tu luz, tu trigo y tu palabra
regresar a mis ojos tantos seres
en un alud de vidas renacidas
y el diamante que brilla en tu corona
es tu excelso patrón San Bernardino
espléndida, espléndida, espléndida
los siglos te contemplan.
Soneto escrito a la memoria de Juan Ponce de León, primer gobernador de la actual isla de Puerto Rico, con motivo de la inauguración de una plaza y una estatua erigida en su honor en Santervás de Campos (Valladolid) su localidad natal. Dicho acto se celebró el 20 de enero de 2011 con motivo del V Centenario de la creación de la Gobernación de Puerto Rico.
Juan Ponce de León
Ibas del corazón hasta la mente
en alas de un recuerdo siempre vivo
hasta que en un alarde colectivo
quiso tu pueblo verte humanamente.
Y fue, Ponce un artista sorprendente
con su ritmo gracioso, creativo,
quien captó tu semblante primitivo,
y su escalpelo, fuego incandescente.
Alégrate, soldado el más valiente,
aquí estás todo en bronce permanentemente,
lejos del torbellino de la guerra.
Cuando tú a Puerto Rico conquistaste
y a la Florida diste ley y honraste
ardió el pecho más noble de esta tierra.
A la escultura de la plaza de Gordoncillo y a su autor
El desvelo y el amor que por su pueblo ha demostrado su alcalde,
don Urbano Seco, le embarcaron a Portugal.
Y de allí se trajo el mármol, que en su momento
los artistas de Artecampos convirtieron en modernas esculturas,
hoy orgullo de Gordoncillo.
Portento, el más feliz, bajó del cielo;
rayo de luz, abstracta caracola,
inspiración que alcanzó la aureola
de un genio que esculpió con su escalpelo
un campo de irisado terciopelo
y que en el alabastro era una ola,
que con su sabia mano hoy enarbola
sobre el hincado pedestal del suelo.
Esto que es ya la sangre de sus venas,
el venero de tantos manantiales,
no se puede entender sin las miradas
inocentes, tranquilas y serenas
de unos ojos sensibles y mentales
que en pos van de bellezas no encontradas.
A la torre de Gordaliza de la Loma (enero de 2000)
Del Araduey asciendes a la loma
asentándote en ella oteadora.
Ya tiene Gordaliza, desde ahora,
vista de halcón y vuelo de paloma.
Faro, luz, cruz, velero que se asoma
a este vacceo mar donde la aurora
nace entre cereales, ríe y llora,
mientras la alondra trina y se desploma
sobre esta vieja tierra panadera,
flor candeal, espuma de sarmiento.
Todo Campos te elige por vigía,
torre de piedra sobre faz triguera.
Tus ojos vieron dar pan al hambriento,
véate yo surgir de tu agonía.
Homenaje a Alberto Gómez Sanabria, primer presidente de la Mancomunidad ADRI Tierra de Campos:
Es un honor para mi en este día tan importante saludar a las ilustres autoridades que enaltecen con su presencia este acto, a todos los asistentes y al equipo que gobierna nuestra Mancomunidad, a quien, además, felicito por el acierto que ha tenido al elegir para ser distinguido con un cordial homenaje al que fue su primer presidente, Don Alberto Gómez Sanabria, de feliz memoria. Gracias.
A tan honrado caballero fallecido, me unía una entrañable amistad. Yo le admiraba por su bondadoso carácter, familiar, tolerante, democrático. Cuando alguien le necesitaba, allí estaba él dispuesto a prestarle su generosa ayuda. Se identificaba con todos los valores que enaltecen al ser humano. Sus puntos de vista se basaban en la verdad y la justicia.
Fuimos mucho tiempo peregrinos en busca de la cultura. Íbamos en pos del saber en todas las manifestaciones. Ambos nos sentíamos orgullosos de la riqueza monumental que aún se conserva en nuestra Tierra de Campos. Recorrimos varias veces los más apartados rincones de la península, llegándola convencimiento de que Castilla-León poseía las obras artísticas más portentosas de cuantas el hombre había plasmado a través de la historia.
Su temprana muerte truncó todos nuestros proyectos, dejando a su esposa, hijos, nieto y amigos sumidos en el dolor. A tan distinguida familia me uno de corazón en este día de homenaje.
Hoy que se me ha brindado la ocasión para recordarte, Alberto amigo, necesito renacerte, reanudar contigo nuestra interrumpida andadura.
Y como creo que me oirás desde algún lugar privilegiado:
Escúchame, ya desde la morada,
donde Dios fijo al hombre su destino.
Dime si tomo bien ese camino
o la senda es del todo equivocada.
Te fuiste sin apenas decir nada.
Víctima del más triste desatino
la muerte de través cambió tu sino,
te amaneció en la luz de otra alborada.
Espérame, locura es lo que intento
ya es reloj nos cuenta tu reposo
y hoy me envuelve la niebla de la pena.
Aunque solo volvieras un momento
otra vez me sintiera yo dichoso
en esta tierra de tus huellas llena.
ME LO CONTÓ LA MEMORIA
De «Ecos Perdidos»
Era ya bien entrado el mes de marzo y el campo resplandecía con su manto verde. El cereal había nacido con pujanza a su debido tiempo y la hoja no estaba de trigo temprano, salvo algunas parcelas reservadas a la legumbre que, como siembra de primavera, aún no habían nacido. Así pues, las previsiones de cosecha eran halagüeñas.
Una pandilla de chavales, capitaneada por el de más edad, llamado Dimitri, aprovechando que era sábado y no había escuela por la tarde, tomamos el camino y emprendimos viaje a Gatón. Vosotros –dijo Dimitri– apretaos el cinto hasta el último ojal. Así nadie se cansará y al trotillo marranero llegaremos en veinte minutos. Los labradores que en aquellos pagos arrastraban los sembrados nos amenazaban con la tralla creyendo íbamos a coger nidos. Se lo diremos a vuestros padres. Dejad a las perdices en paz. Se equivocaban; nuestra intención era comprobar si era cierta la noticia que Justo el lechero gatonés iba repartiendo en cada casa de Cuenca cual si fuera leche: os aseguro que cuanto os digo es cierto, como los cuartillos que tengo en la mano.
Lo acabo de ver con mis propios ojos. Una ballena ha embarrancado en el río de mi pueblo y al no poder atravesar el puente, le ha taponado con su corpachón. No resopla como las de los mares porque el Sequillo no da para más. Tiene el color de betún y la boca bien abierta.
No tardó la caterva de escolares de Cuenca en colarse entre el tumulto que, con las fuerzas vivas de Gatón, se hallaba en el puente preparando la estrategia que debería ponerse en práctica para reflotar al cetáceo de madera. Como este paso es nada menos que la cañada que de Astorga conduce a Palencia, había llevado la noticia ballenera a Villarramiel un arreador de vacas. Y a los Íñigos y otros cecineros de aquel industrioso lugar les faltó tiempo para presentarse en el río con dos enormes carretones, dispuestos a comprar todo el despiece del naufragado cachalote. Mejor que la de burro y más blanda será – decían -.
Calma, esto es una cosa muy seria, advertía Maruco, el guarda jurado de Gatón, jerarquía de orden rural y en aquel momento delegado del alcalde. Las burlas de los circunstantes arreciaban, se adueñaban por momentos de la situación. ¡Qué va llena, qué va llena!. Las risotadas se hicieron apoteósicas cuando se acercaban por el malecón y la parva del río los Escobares de Villafrades. Éstos, al ver tanta aglomeración, pensaron que sus pesquisas habían sido coronadas por el éxito. Nadie sabe lo que pudieron trabajar en la bodega dos días antes, desarmando aro por aro y duela por duela la enorme cuba, que era la que hacía el mejor vino de su vendimia. Pensaron que la ajustarían mejor en la parva del río. Allí la volvieron a montar. Se les echó la noche encima y acordaron anclarla sobre unos poínos con el fin de trasladarla, al día siguiente,
a un pajarón oscuro. Allí la llenarían de mosto cuando llegase el buen tiempo y se ahorrarían el trabajo de ensamblarla de nuevo en la cueva. Como de noche el diablo hace jugarretas, uno de los poínos resbaló, yendo la corpulenta vasija de cabeza al Sequillo.
A todo esto, lo que puedo acabar en reyerta tomó la vía de la concordia. No podía ser de otro modo tratándose de personas de pueblos limítrofes, muchas incluso tenían familia en Gatón y acudían al baile por la fiesta de Las Nieves.
Manos a la obra – dijo un tal Machado -, aunque alguno haya querido acabar con el monstruo marino airadamente, haciéndole astillas a base de hachazos y con ellas una gran hoguera, yo propongo que mis mejores mulas las saquen a tierra. Madrigal, vete a la cuadra por la Preciosa y la Cebra, las aparejas con los tiros de cabo de pita y traes de la mano un balancín para, atravesado por dentro de la boca de la cuba, tirar sin miedo hasta ponerla en la Senda de Grijas y que nuestros amigos los señores de Escobar la lleven rodando a su destino.
La operación de reflote se consumó con éxito. Felicitaron a Machado por ser el dueño de tan buena yunta de mulas y a su criado Madrigal por mandarlas como el mejor de los arrieros.
¡A celebrarlo, fiesta!, dijeron los Escobar. Nos hallamos a un paso de la Genarilla. Se llenó la taberna, y para los que no pudieron entrar por falta de espacio sacaron jarros y más jarros de vino de la tierra. ¡Una invitación por todo lo alto!.
– ¿Qué se te debe, Genarilla?, preguntó el mayor de los Escobares.
– Siete duros, Lucas.
– Ahí van como siete soles. Toma ocho para que sirvas a esos niños de Cuenca, que no pudieron resistirse a la magia del lechero, que sin duda es el hombre más feliz de Gatón. Parece que le estoy viendo llegar de repartir leche sin carro y sin caballería. Los perdió jugando a las chapas, además del dinero que llevaba. Pon a esos diablillos conquenses tres jarros, que rebose la medida. Eso sí, con marcha atrás. Ya sabes, Genarilla, con mucha gaseosa. Tienen que andar el camino y les conviene llegar antes de la puesta de sol. Dales también unos puñados de cacahuetes, que la miseria para nada es buena.
Los curiosos rapazuelos solo pudieron asomar un momento a la taberna, el suficiente para leer un cuarteto de romance escrito en letras grandes sobre un cartón que colgaba de la pared:
Cantadores y toreros
tiene la fama Sevilla.
Y para beber buen vino
en Gatón la Genarilla.
Hubieran regresado eufóricos estos infelices a no ser que cerca de la cuestona del Camino de Cuenca les estaban esperando unos cuantos jovenzuelos de Gatón para despedirles con una lluvia de guijarros.
En sus casas recibieron varios mosquilones, costumbre que se prodigaba en aquel tiempo.
CERTAMEN DE POESÍA DE GRAJAL DE CAMPOS
Por Aderito (transcripción de Felipe de la Rosa Prieto):
Bienvenidos a esta cordial Tierra de Campos desde Grajal. Un abrazo para todos. Os halláis amigos ante uno más de los incontables terracampinos que en estas lomas paniegas han vivido. La providencia me dio a luz en Tierra de Campos. En ella dediqué mis mejores años de mi existencia como labrador. Este ámbito geográfico me impresionó hondamente hasta mostrarme sus más escondidos secretos, y lo hice con tal pasión que logré descubrir sus primitivas huellas diseminadas en los distintos pagos del campo. Aunque mi mente se ha ido universalizando mis pies continúan atrapados en su pegajoso barro, mi partida de nacimiento así quedo inscrita.
Nací sobre una tierra de colores
donde el fuego del sol se vuelve arcilla
aprendí a andar en la amarilla
desolación de llanos y de alcores
me dieron estos campos sus amores
cuando les di mi pecho por semilla
la extraña agradecida de Castilla
con el pan me entregó sus resplandores.
Esta Tierra de Campos me hizo austero
cubriéndome en ropajes franciscanos
viví entre los barbechos y rastrojos
con afán heredo y tesonero
encallecieron más embutas manos
y en busca de la luz fueron mis ojos.
Tan recatada es nuestra región
que esconde ruborosa sus encantos.
Puede afirmarse que aquél que la visita
apresuradamente no la llega a conocer
para lograrlo es preciso fundirse con ella.
Aparece cual matrona
vestida de ocres atuendos
y los vientos que la transitan
la volvieron arisca.
Carácter que en gran medida
nos ha transmitido a sus hijos.
No tuvo opción a elegir su ambiente
pues se le echaron encima
las rayas del solano
del gallego, del regañón,
sin olvidarme del cierzo
que cuando aparece
nos pone en pie de guerra.
Pero es tan maternal la tierra que pisamos
que todo lo tuvo previsto
aquí tenéis mi pecho nos dijo
para que de él saquéis la cálida fibra del tapial y el adobe.
Ya no pasaréis ni frío ni calor.
Levantad con esta mi carne de arcilla
vuestras viviendas,
que por muchos siglos que transcurran
no serán del todo sustituidas.
En sus “mequinales” y organillos
vuestros hijos cogerán nidos
y vuestros mayores guardarán
las más secretas llaves.
A LA ADOBERA O A LA TERRERA
Llevo siglos esperándote
pícame, soy la terrera
rompe mi pecho amarillo
que para ti centellea
remójame las entrañas
tiéndeme en la solanera.
Échame en cama de paja
y que el agua reblandezca
este corazón que tengo
tan duro como la piedra.
Patéamele sin miedo
en ceremonia incruenta
“tomecal” me nazca adobe
que yo te haré la vivienda
buena en invierno y verano.
Soy tu madre, soy la tierra.
Este enamoramiento mío por las llanuras terracampinas es la consagración de un destino secularmente heredado. Dardo que fue clavándose en mi alma infantil al igual que el desnudo y auténtico vocabulario del campo. Lo aprendí con la hoz en la mano, la mancera del arado, la yunta y los desaparecidos aperos, que eran muchos. Mas no tanto como los seres que los manejaban a los cuales hoy, con mi emoción memoriosa rescato del olvido para agradecerle su constante desvelo y mientras yo aliente serán en todos mis afanes culturales el tema preferido. Deseo enlazar con la hondura venerable de aquel tiempo, fuente eterna donde se originan las más genuinas esencias del presente, por eso cada año aireo este pasado y limpio, lo mismo que las amas de casa sacan de armarios y baúles sus más preciadas colchas y vestidos.
Tan ímprobo me parecía aquel trabajo del acarreo en que hombres y animales se hallaban inmersos que protesté siendo niño con este material:
Silencio carretero
que las rubias gavillas
tienen sueño
los amorosos brazos de su dueño
las acostó en la cuna
deja cicatrizar a las morenas
los tajos de sus venas
no acarrees y mañana no hagan trilla
duerman macho y mulilla.
Silencio carretero
que sueñas esta noche
con lo que quiero.
A LA PRIMAVERA
A la primavera
vedla llegar cargada de jazmines
exhalando perfumes por la boca
sabia estación que nunca se equivoca
en su clamor de verdes y carmines
que pastos tan floridos en las ramas
alumbran los capullos rutilantes
amanecen dormidos y en instante
pone el sol al rosal añadiendo en llamas
espinos y elevadas floraciones
catalpas con sus flores en racimo
blancas, moradas, rojas emociones que gozamos
más que nunca comprendimos
lo que el pájaro dice en sus canciones
ni el mensaje del tiempo en que vivimos.
Aquí conmigo, vas a tener que sonreír amiga
y tú amigo soltar la melodía que llevas en los labios prisionera
tus venas son la suma y sigue de todos los carmines de la sangre
porque la vida es bella si tu quieres y no se muere nunca.
¿No lo sabes? Es el flúor de nuestro ser humano, el camino hacia el todo sin imagen, nuestra suerte que va de la trascendencia a trascendencia.
¿No has pensado en tus ojos que son los ojos de cuantos han vivido para que tú nacieras?
Ábrelos bien y serán tuyos con ese beso del sol que enciende el día ese llanto de flores en rocío.
El horizonte diáfano dormido en el azul y el cielo de esas noches abrazado en estrellas.
Si estás lejos del mar, al firmamento mira, escúchale cantar.
Quiero cantarte ahora que todavía no ha perdido tu espíritu el heredado rango,
me vas a conceder el destierro de los egoísmos,
para agrandar la estela de lo eterno, que tu persona sea un yo muy nítido.
Osado fue el que de las edades hizo compartimento.
La vida es vida siempre y va fluyendo.
Quizás el tiempo entrañe misteriosos conceptos.
No ha conseguido nadie cercenar la cadena,
borrar la huella del humano aliento.
Como triunfa el amor cuando la poesía nos congrega
y se hace carne la palabra, de ese ser infinito
que nos lleva sedientos hacia la inmortal llama.
Publicaciones
- Renacer (Premio Imserso Castilla y León 1992). Gráficas Fica, Valladolid, 1993.
- Recuerdo de Castronuño. Gráficas Fica, Valladolid, 1993.
- Huellas. Gráficas Andrés Martín, Valladolid, 1995.
- La elocuencia de las piedras. Valladolid, 1997.
- Dornillas. Valladolid, 1999.
- Cuenca de Campos, ayer. Editora Provincial, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2003.
- El despertar de Pintia. Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2009.
- Mulas Milenarias. Edición de Jorge Santiago Pardo, Valladolid, 2012.
Otras publicaciones sobre Aderito en la red
https://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2016/03/aderito-perez-calvo-18253.html
http://naufragosentiemposagrafos.blogspot.com/2012/04/mulas-milenarias.html
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