Danza de los Matachines de Melgar de Abajo

Resulta difícil reconstruir la historia de algunas danzas de Tierra de Campos que desaparecieron hace muchos años y pasaron al olvido sin apenas noticias escritas en torno a ellas. Quedaron por ello lamentablemente poco documentadas algunas de matachines, moriscos, zancos, castillos, caballicos y otras que se realizaron en el pasado en muchos pueblos de esta meseta castellana.

Centrándonos en las danzas de matachines, que se hacían en Melgar de Abajo, el Diccionario de Autoridades define al personaje de esta forma: “Hombre disfrazado ridículamente con caratula, y vestido ajustado al cuerpo desde la cabeza a los pies, hecho de varios colores, y alternadas las piezas de que se compone: como un quarto amarillo y otro colorado. Fórmase destas figuras una danza entre quatro, seis o ocho, que llaman los Matachínes, y al son de un tañido alegre hacen diferentes muecas, y se dán golpes con espadas de palo y vexigas de vaca llenas de aire»1Diccionario de Autoridades de la lengua castellana, tomo cuarto (1734)..

También Covarrubias hace un comentario similar: “…se conoce como la danza de los matachines a un baile a imitación del que se hacía en la antigua Tracia. En ella, varios hombres armados con celadas y coseletes, desnudos de brazos y piernas y usando escudos y alfanjes saltaban y bailaban al son de las flautas. Al compás de la música daban fieros golpes que causaban temor al público y le hacían proferir gritos. Se tiraban golpes entre ellos simulando querer herir y matar, y así algunos caían en tierra como si estuvieran muertos, momento en que los vencedores les despojaban saliendo triunfadores entre aclamaciones”2Covarrubias y Orozco, Sebastián. Del origen y principio de la lengua castellana, p.104 (1673)..

Sus orígenes

Las danzas de los matachines, muy populares aún en el folklore de los países americanos, aparecen documentadas en Europa desde el siglo XV. Acuña Delgado señala que las versiones más comunes hablan sobre el origen español del matachín como sinónimo de matamoros y con tal danza se trataría de representar la lucha entre moros y cristianos presentes en las morismas, fiestas llevadas por los españoles a México3Acuña Delgado, Ángel. Danza de los matachines: estructura y función entre los rarámuri de la sierra tarahumara. Revista de Antropología Iberoamericana, nº 1, vol.3, enero-abril, Madrid, p. 98. .

Matachines. Banco de la República Biblioteca Virtual.

Existen referencias a estas danzas en la crónica del viaje que realizó la reina Ana de Austria, nacida en Cigales en 1549 y cuarta esposa de su tío Felipe II, desde Praga hasta Segovia para celebrar su matrimonio, cuando al pasar por Burgos fue recibida con unos fastos triunfales, y actos de regocijo. Hubo danzas de espadas, puñales, arquillos, zancos, gitanos, negrillos, y carros triunfales: “…traía el tercer carro doze matachines vestidos de tafetán dorado, que con grandíssima ligereza hazían tales mudanças, gestos y fuerças, que dizen de Hércules que eran de gran entretenimiento a todos los que los miraban”4Varela Ledo, Pilar. Relación verdadera del recibimiento, que la muy noble y muy más leal ciudad de Burgos, cabeça de Castilla y cámara de su Majestad hizo a la Reyna nuestra señora doña Ana de Austria. Impreso en Burgos en casa de Philippe de Iunta, año 1571. Estudios sobre el siglo de Oro, A Coruña, 2016. Pág. 158..

Es probable que estas danzas fueran enseñadas a diferentes grupos indígenas por los misioneros españoles, quienes las introdujeron en Hispanoamérica a finales del siglo XVII o principios del XVIII5Las danzas de los matachines, según la tradición, nacieron para ser los soldados de la Virgen. Se habla que fueron introducidos por los diferentes misioneros católicos, los cuales sirvieron como un recurso para reforzar sus diferentes tareas de evangelización.. El historiador e investigador mejicano Luis Alberto González señala que Lorenzo Gera, un misionero de Norogachi en 1736 hace esta anotación: «Hice sus vestidos para cuatro matachines para el día de Corpus, de lienzo con sus encajes, calzones, medias y naguecitas de razo pitiflor o de varios colores como sus turbantes y plumeros»6González Rodríguez, Luis A. (1924 México, Distrito Federal 1924- 1998). Jesuita, historiador, etnólogo. Se especializó en el estudio e investigación de la historia y antropología del pueblo rarámuri o tarahumara..

La Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Melgar de Abajo

Haciendo un poco de historia de lo que fue la fiesta de la Virgen del Rosario y su cofradía, según cuenta la leyenda, la Virgen María se apareció a Domingo de Guzmán en 1208 con un rosario en las manos y le enseñó a rezarlo, pero realmente cuando se popularizó y extendió esta devoción en la zona fue en el siglo XVI. 

En Melgar de Abajo está documentada la Cofradía del Rosario en la Iglesia de San Juan desde ese mismo siglo, posiblemente poco después de la famosa Batalla de Lepanto. El primer libro que se conserva es de 1588 aunque hubo otro anterior y su regla que desafortunadamente ya no existen.

Las cofradías por lo general tenían un número limitado de hermanos, pero en este caso se trataba de una cofradía mixta que en 1744 llegó a tener hasta doscientos seis cofrades. Mantiene desde tiempo inmemorial cierta rivalidad con la titulada de San Juan y San Andrés que, aunque ya existía con anterioridad, se refunda el 22 de abril de 1654.

A la Cofradía de San Juan y San Andrés, pertenecía la casa hospital con su hospitalero para asistencia a los pobres y peregrinos. No tenían heredades en renta y desde su tahona vendían pan de sus tierras a los vecinos de la villa. Además tanto los mayordomos como el acusador contaban con licencia para pedir limosna en el pueblo. Era una cofradía muy numerosa con hermanos de muchos pueblos circundantes como: Joarilla, Grajal, Melgar de Arriba, Santervás, Zorita, Monasterio, Villelga, Villanueva de la Condesa, Galleguillos, Arenillas, o Sahelices, siendo requisito ser mozo mayor de quince años y no pudiendo serlo mujer sin su marido, previo pago de la entrada de tres fanegas de trigo, una libra de cera y una cántara de vino por Nuestra Señora de Agosto. Se extinguió antes de 1799.

Libro de la Cofradía de San Juan y San Andrés de Melgar de AbajoLibro de Regla de la Cofradía de San Juan y San Andrés de Melgar de Abajo

Volviendo de nuevo a la Cofradía del Rosario, cabe destacar que era muy potente, y había amasado grandes propiedades de tierras, viñas y ganados fruto de las donaciones piadosas. La celebración de la festividad se hacía por todo lo alto donde no faltaba la música y la danza de los matachines. Las primeras danzas conocidas datan del año 1594 en que el licenciado Juan Pérez, clérigo y mayordomo justifica pagos de los tamboriles que tañeron el día de la fiesta y vestidos que trajeron de Villalón para las libreas de los matachines. La procesión y danza se acompañaba de tambor y flauta. Era muy importante el papel rítmico de los instrumentos sonoros incorporados a su vestuario, como las sartaletas de cascabeles o sonajas atados a los tobillos, y el cinturón con cencerros y pezuñas de venado que portaban los danzadores para acentuar el sonido de los pasos en sus mudanzas.

Iglesia de Melgar de AbajoIglesia de San Juan (Melgar de Abajo)

En años posteriores se confecciona el pendón y aparecen asientos de pagos similares en la festividad. En 1605, al tamborino y por el alquiler de los vestidos de los matachines para danzar el día de Nuestra Señora del Rosario; además de una cántara de vino y cuatro libras de guindas para los danzantes, y cuatro reales que costó la comida, pan y viandas que se les dio. En 1606, de nuevo pago al tamborino, ocho reales y medio por tañer a la procesión de los matachines y noche de Nuestra Señora; colación para los mozos que danzaron; y doce reales que se gastó en una cena que dio a los recitantes y matachines de pan, vino y viandas; además del tablado para recitar.

Todas estas manifestaciones religiosas tenían un alto contenido ritual y resultaban muy vistosas y por ello cada vez participaba un número mayor de personas en la representación. En 1612, además de los seis reales y medio al tamboril por tañer el día de Nuestra Señora y la víspera, aparecen pagos a comediantes, matachines y mozos y mozas que danzaron 7Se pagó la enorme cantidad de “mil y setenta y seis reales que se dio a ciertas personas de esta villa porque regocijasen la fiesta de Nuestra Señora con una comedia y matachines y mozos y mozas que danzaron”.

Un siglo y medio después se construyó un retablo nuevo para la imagen y se gratificó al maestro que lo realizó con quinientos reales del importe de cuarenta fanegas de trigo según lo acordado. En 1762, aún había danza, con pagos al predicador, libreas, danzantes y derechos del tamborilero, sin embargo, ya no se menciona a los matachines por lo que es posible que ya se hiciesen las danzas de palos que se mantuvieron vivas en la localidad hasta mediados del siglo XX. En 1795 en las cuentas de la Iglesia de San Juan aparece este asiento: “Imagen: ochocientos treinta y siete reales y treinta maravedís importe de una imagen del Rosario nueva, echura, encarnación y estofado y andas nuevas para dicha imagen”, por lo que es de suponer que la cofradía ya se había extinguido.

Nª Sª del Rosario de Melgar de AbajoNuestra Señora del Rosario (Melgar de Abajo)

Por lo que respecta a los asientos relativos a los músicos contratados para tocar durante los actos que se daban en la función, los datos reflejados son muy escuetos y nos impiden conocer los nombres de esos instrumentistas que amenizaron estas procesiones de los matachines de Melgar, sus melodías, ritmos y mudanzas que ejecutaban. La música que acompañaba a este tipo de bailes aparece en textos muy tardíos, de principios del siglo XVIII. R. Ramos estudia estas danzas afirmando: “…nos permite suponer que se bailaba al son de una música sincopada y repetitiva»8 Ramos, Rafael. El baile del matachín, Universidad de Salamanca. AISO. Actas III (1993), pág. 312.. Nada descartable por lo que se asemeja a esas melodías de pasacalles de danzantes que nos han llegado en ritmos quebrados de 7/8.

Los danzantes ataviados con libreas, máscaras y turbantes que alquilaban a algún ropero de Villalón, llevaban consigo sus armas de espadas de madera y escudos, con que ejecutaban la danza, aunque lamentablemente no sabemos cuánto duraría la misma, compuesta por seis, ocho o diez matachines, siempre en número par.

Otras danzas semejantes de la zona

Existieron otras danzas emparentadas con las moriscas como la de los Negrillos que se hacían acompañar por panderos y sonajas en Villalón, la Entradilla del Moro de Ceinos, o las de Santiago de Cuenca de Campos y Ampudia. Los matachines, o soldados de la Virgen, conmemoraban con estas danzas la victoria de los cristianos sobre los musulmanes en la Batalla de Lepanto que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571. Las letrillas de algunos lazos de paloteo de la zona aluden a este hecho:  

«A la Virgen del Rosario

y sus glorias

hoy celebra esta villa

antiguas memorias…» 

(Lazo de Villafrades de Campos)

En Ceinos de Campos, que mantuvo su danza hasta mediados del siglo pasado, los danzantes antes del inicio de la procesión realizaban la representación de la Entradilla del Moro. A continuación un fragmento del conjunto de versos que recitaba el birria o capitán cristiano y que aluden al mismo tema:

«Hoy valientes campeones

celebramos las victorias

de nuestras antiguas glorias

de nuestros nobles blasones.

Un suceso extraordinario

nos recuerda en este día

la procesión de María

Nuestra Madre del Rosario.

Recordad con celo santo

trayendo a nuestra memoria

aquella naval victoria

junto al Golfo de Lepanto…«

Fragmento de la Entradilla del Moro. Grabado a Desiderio Alonso, el 28 de marzo de 1999 en Ceinos de Campos.

Los dulzaineros en la danza de Melgar

La desaparición de la figura del tamborilero fue un mazazo para la continuidad de danzas que perduraban en la zona, pues eran principalmente ellos los que enseñaban a los mozos. A comienzos del siglo XX, los tamborileros habían desaparecido o se habían pasado al manejo de la dulzaina y raro era el pueblo o aldea en que no tuviera su dulzainero y caja local. En Melgar de Abajo fueron Clinio y Fausto Franco, los “Franquines”, quienes mantuvieron las danzas y participaban en la representación de la Corderada y el Auto de los Reyes Magos que aún perduraban. Al trasladarse éstos a Villaprovedo se recurre a otros de la zona como Valentín Rodríguez “Curro” o Felicísimo Rodríguez “Simín”.

Requinto y tambor de los Requinto y tambor de los «Franquines» (Fotografía: Carlos A. Porro)

Los Curros (dulzaineros)

Valentín Rodríguez y sus hijos «Los Curros»

Estos dulzaineros tenían un perfecto conocimiento de esas danzas rituales (documentadas en casi todos los pueblos) y lo que significaban para sus habitantes. El problema llegó cuando con la llegada de las orquestas y la música mecánica la dulzaina enmudeció, y la juventud de aldeas y pueblos fueron abandonando su patrimonio folklórico sin percatarse del valor que tenía lo heredado de sus antepasados.

Las últimas danzas conservadas

Tampoco la llegada de la Sección Femenina, que parecía una empresa dedicada a la recuperación de la cultura y señas de identidad que se habían perdido en los pueblos, sirvió para poner a salvo estas danzas que languidecían. La Delegada Provincial, Antonia Trapote durante la clausura de una de las cátedras celebrada en Villafrades de Campos hacía estas manifestaciones: “todos los asistentes vibramos viendo a esos jóvenes, los pocos que quedan, revitalizando una de las danzas más típicas y más completas de la provincia…El pasado de nuestros bailes, la riqueza de sus danzas, el colorido de sus pasos, la intención de sus letras, es un legado que realmente tenemos que conservar y revitalizar”.

Danzantes de Melgar de Abajo

Grupo de danzantes de Melgar. Años 60.

Pero la realidad fue otra bien distinta y el ritual folklórico de nuestros pueblos se vio alterado. Las danzas rituales tan típicas de la devoción popular de la zona de Campos como eran las procesiones de danzantes realizadas por hombres se descontextualizaron para formar parte del repertorio de las Aulas de Educación y Descanso de la Sección Femenina, admitiendo grupos mixtos solo a mediados de los cincuenta. Además, se modificó la indumentaria usada por considerar que los arreos femeninos de los danzantes no era el vestuario más apropiado en los varones.

En el caso de Melgar, el pretendido impulso de la Sección Femenina por la puesta en valor de la tradición, quien además subvencionaba estas actividades, hizo que entre los años 1950 y 1960 los hombres mayores que habían danzado por última vez promoviesen la recuperación de la danza. Según recuerda Crescencio Pérez, los danzantes antiguos enseñaron a una nueva cuadrilla de mozos. La primera actuación se hizo en Valladolid, en uno de los salones del edificio de la calle Muro. Acudieron también a realizar la danza en las procesiones de algunas localidades cercanas que ya las habían perdido, como Albires o Vega de Ruiponce y a Sahagún donde se celebraba un festival en la plaza de Toros. Los ensayos se hacían en Santas Martas en la posada que tenía el dulzainero Felicísimo Rodriguez a donde acudían en bicicleta.

Más tarde se incorporaron las mujeres formando cuadrilla mixta, y realizando a la vez otro tipo de repertorio como la Jota de Íscar, Galana, etc.

El cuerpo de la danza estaba compuesto por ocho danzantes, cuatro guías con sus panzas y el «chiborria» o director del grupo, siendo el último que se recuerda al señor Ariano.

Según Crescencio, nuestro informante, fueron muchos los lazos que se llegaron a realizar (uno de ellos con tapaderas o escudos). Sin embargo, solo queda testimonio de un reducido número de ellos. Los títulos son:

Triste y desconsolada

La Mesonera

Las Ovejuelas

La Coronela

Caballo mío

Adiós querida

Lazo Caballo mío de Melgar de Abajo. Grabado a Crescencio Pérez.

Del repertorio de castañuela relacionado con esta danza, el etnógrafo Carlos Porro nos ha facilitado una partitura del pasacalles y valseado de Melgar, que reproducimos a continuación:

En cuanto a la vestimenta, era similar a la que describe el padre Isla de los danzantes de Campazas en el siglo XVIII: pañuelo coronal sobre la cabeza, camisolas blancas con cintas de diferentes colores, banda de tafetán prendida de hombro a hombro formando una «M», pañuelo de seda al cuello, enagüillas y zapatillas blancas con lazos. Posteriormente el traje se modificó para su representación con la Sección Femenina tal y como se observa en alguna de las fotos que se conservan.

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