Ricardo Gutiérrez Polanco, acordeonista y dulzainero. Edad 91 años. Natural de Pedraza de Campos.
Hace unas semanas recibí la llamada de uno de los alumnos de la escuela de dulzaina y caja de la Casa de Castilla y León de Basauri para informarme de un homenaje que iban a dispensar a Ricardo durante los actos de la Semana Cultural, por sus más de veinte años al frente de la escuela. La salud, por sus problemas de movilidad que le limita su autonomía y la edad, le han impulsado abandonar esa dirección.
Casualmente esta Semana Santa le acompañaron sus hijos a dar una vuelta a la casa que tiene la familia en Pedraza de Campos y me acerqué, junto con Marta, a visitarle y charlar un rato con el veterano dulzainero. Le encontré animado, con su inseparable mochila donde lleva los cuadernos de partituras e instrumentos; de hecho, se arrancó a tocar con el pito unas habas de la composición de Jaime Vidal, Habas Contadas, que con esmero ha anotado en su cuaderno y está trabajando. “Me gusta mucho este trabajo [Toques de Fiesta] que me has mandado de Luis Ángel y Jaime”, le comenta agradecido a Marta.1Luis Ángel Fernández y Jaime Vidal. Toques de Fiesta. 30 nuevas composiciones para dulzaina castellana. Valladolid: Autoeditado, 2021.
Ricardo es uno de esos veteranos dulzaineros que ambientaron las calles y plazas de los pueblos durante la fiesta o función de las muchas cofradías que existían, y que han contribuido mucho a esa tarea maravillosa de sostén y mantenimiento de tradiciones de los pueblos de Campos y el Alcor como: Latorre, Castromocho, Baquerín, Herrín, Autillo, Revilla, Mazariegos, Fuentes, Santa Cecilia, Ampudia, Villafrades, etc. Fue él quien me contó la frase que dice le impactó oírla en boca de los de mi pueblo: “Que se pierda un pueblo, antes que una costumbre”.
Recuerdos de Fuentes de Nava. Fragmento de entrevista de Carlos Porro publicada en La Dulzaina en Palencia (2016).
Desciende de una familia cuyos oficios eran zapateros de viejo que complementaban con los toques de dulzaina en los pueblos del contorno de Pedraza de Campos. La dulzaina la tocaba su padre, Mariano “Calcón”. Me comentaba mi paisano y buen amigo Celestino Ramos que en Villafrades fueron cariñosamente bautizados con este apodo musical con el que serían conocidos, debido a que Mariano “… era un hombre grandón que se acompañaba marcando muy acentuado el pulso de sus melodías con llamativos pisotones cuando tocaba”. A este pueblo llegó Ricardo una vez finalizada la Guerra Civil para tocar a la Cofradía de San Isidro, siendo un niño, de la mano de su padre que le adjudicó el bombo y con su hermano Enrique a la caja.
Su interés por la música hizo que pronto aprendiese a tocar también de redoblante, el manejo de la dulzaina y el acordeón para pasar a formar una pequeña orquestina familiar, “Orquesta Gutiérrez”, a la que, a veces, se sumaba Fortunato Herrán, “el chispa”, con la batería o el bombo. Estas formaciones se pusieron muy de moda en los años cincuenta para tocar las veladas nocturnas en los salones o paneras improvisadas como locales del baile donde tenían un organillo con el que se divertían los mozos los domingos. Precisamente nos recordaba no hace mucho Pilar Cuadrado, hija de un redoblante local la coplilla con que Mariano (acompañado de unas maracas) y sus hijos despedían el baile:
y muchas gracias por su atención,
Gracias a esta familia de dulzaineros hemos podido conservar parte del repertorio de la danza. El alcalde y maestro local D. Manuel Esteban envió al alguacil Domiciano Fernández, que además tocaba algo la caja, a Pedraza para que les instruyera sobre el repertorio local de los danzantes y poder venir a tocar la Fiesta Mayor. Así comenzó una relación que duró unos cuantos años y continuó también con el grupo de la Sección Femenina en los distintos certámenes a los que acudieron las mozas de nuestro pueblo.
La despoblación rural que se produce en los años cincuenta obliga a los jóvenes de los pueblos de Campos a marcharse en busca de un futuro mejor y lleva a Ricardo y su hermano Enrique hacia Vizcaya donde encuentran trabajo. Tras la jubilación, Ricardo retoma la dulzaina y se hace cargo de la escuela de dulzaina y caja de la Casa de Castilla y León de Basauri hasta hace unos meses que como ya hemos comentado decide cesar en su dirección.
Así pues, nos alegramos de este merecido homenaje que le han dedicado los alumnos de su escuela, que se suma a otros dos reconocimientos que ya tuvo hace años en su pueblo, el más reciente en 2018 y otro anterior en 2008 al que acudimos con la cuadrilla de danzantes de Villafrades. Queremos sumarnos con este artículo a este reconocimiento y mostrar de nuevo nuestra gratitud a Ricardo, al que nos une una buena amistad desde hace años, y quien conoce sin duda la consideración que le tenían los paisanos más ancianos de nuestro pueblo.
Quiero aquí transcribir a continuación parte de una entrevista que le hicimos a Ricardo hace ya veinte años en Pedraza.
Fragmentos de la entrevista
Informante: Ricardo Gutiérrez Polanco.
Recopiladores: Rafael Gómez y Marta Gómez.
Fecha: Agosto de 2003.
GR (Grixasalbas): ¿Cuándo empezaste a tocar en Villafrades?
RG (Ricardo Gutiérrez): Fuimos por San Isidro o alguna fiesta por allí a tocar y después ya vino el ayuntamiento a buscarnos. Envió al alguacil.
GR: ¿Domiciano?
RG: Sí, el que era alguacil, vino aquí a casa.
GR: ¿En el año 49 empezasteis a ir allí, no?
RG: Sí, por ahí. Pues el hecho de ir a Villafrades no sé cómo sería, pues alguno por ahí que nos oyó en alguna parte y nos dijo… Luego aquí hubo un sacerdote también que era de Villafrades, Don Toribio, ese está enterrado aquí. Y de Villafrades hubo otro, me parece que fue un médico también en Pedraza, Don José. Pero hace años, era yo muy crío cuando vivía ese. Don Toribio no, don Toribio era joven, fue posterior. Y no sé si por esas cosas o por otras fuimos a tocar allí, nos oyeron y parece que gustó, estuvimos yendo, íbamos a dos o tres fiestas. Hubo un momento que dijeron, bueno, os vais a tener que quedar en Villafrades a vivir.
GR: ¿O sea que tocabais a dos o tres cofradías y luego la fiesta?
RG: Dos cofradías y la fiesta. La fiesta tardamos un año más posiblemente. Pero luego ya nos hicimos con la fiesta y con todo sin salir de allí. Y luego las femeninas también.
GR: ¿La Sección Femenina?
RG: La Sección Femenina sí. La Sección Femenina pues se hizo el grupo, estaban las hijas del alcalde. Que las hijas del alcalde una de ellas debía de estar estudiando música también, y bueno, llegamos a ir a concursos por ahí. Últimamente estando mi difunto hermano en el servicio militar tuve yo que tocar la caja y fuimos a tocar por víspera de San Isidro a Valladolid, en el Teatro Calderón.
GR: ¿A un concurso?
RG: Sí, a un concurso con las de Íscar. Y quedaron las de Íscar las primeras y estas las segundas. Y luego ya me buscaron para venir a marchar al extranjero me dijeron de ir. Estaban preparando el grupo y hubo alguna de Villafrades que su padre no la dejó ir, no sé como se llamaban ya, no me acuerdo ahora. No la dejó ir y entonces otra de las chicas también se puso enferma, tuvo pleura o alguna cosa así, un catarro fuerte y tampoco podía. Quedaba justo justo el grupo, las ocho, grupo para bailar. Y había que llevar a alguien de reserva, y al no tener reserva pues ya se dijo, pues no se puede ir. Y no fuimos, nos pagaban en aquel entonces por el hecho de ir allí a nosotros a Alemania me parece que era, nos pagaban cincuenta pesetas diarias y viajes y comida. Las cincuenta pesetas eran libres para cada persona.
GR: ¿Ya habíais pactado las condiciones y todo?
RG: Sí, sí, ya estaba todo hecho sí. Y bueno en parte contento, era una salida que íbamos a estar bastante tiempo porque íbamos a hacer un recorrido bueno. Pero se hundió todo a consecuencia de las enfermedades y de que a la otra no la dejó su padre. No me acuerdo de los nombres. Por allí habrá alguna que se acordará de todo esto.
GR: Y qué te iba yo a decir, ¿de la procesión?
RG: De la procesión y todo eso, eran bastante pesaos en ese pueblo, se tocaba mucho. El pasacalles por la calle era cuestión de ir, salías, tocaban a misa y en el momento que tocaban a misa decía, bueno hay que ir a por la segunda alcaldesa, pero cada viaje que echabas, cada persona tenías que echar un viaje. Si vivía cerca del cofrade, la mayordoma, primera alcaldesa, la primera mayordoma pues bien, pero si vivía a la otra punta del pueblo pues tenías que ir hasta allá. Pasabas por la puerta del alcalde, la puerta del juez, la puerta de otras autoridades y no hacían caso. Tenías que volver otra vez, y era ir y volver, ir y volver, era un ir y venir enorme para ir a misa, pero luego para salir, para llevarles a casa lo mismo. Salías de la iglesia, salías de misa y tenías que volver otra vez a tomar el refresco a casa de la mayordoma, de la primera mayordoma, y después a llevarles otra vez. O sea que en el momento en que tomaban algo ya tenían que salir. Como sabían que se tardaba mucho, ala venga, y tenían que ir todos los danzantes danzando el pasacalles. Y tenían los danzantes entre ellos una costumbre también de ponerse multas, al que blasfemaba o hablaba mal el “chivorra” le ponía una multa. Y aquí había que pagarla ¡eh! Y se les iba acumulando, y decía tanto, tenían un precio estipulado, y ese precio lo hacían dos o tres veces. Algunos lo hacían sin querer y otros lo hacían queriendo también. Y eso lo gastaban luego para una merienda que hacían ellos.
GR: ¿Se estilaba entonces también lo de las avellanas en la camisa y el zurrón del “chivorra”?
RG: Sí, en cada casa que íbamos era…, nosotros cuando nos contrataron aquí Domiciano nos dijo que llevaríamos una talega y unas cosas para meter las avellanas que nos iban a dar, y nosotros pues no hicimos caso, y sí fue un hecho que llegamos y nos encontramos con la sorpresa de que en otros pueblos no había. Cada casa que ibas te hacían coger un puño de avellanas, un cigarro y una pasta, y tomarte aunque no tomarías nada pero hacías la mueca que tomabas el alcohol, te daban vinos dulces y esas cosas, y bueno salías medio manga al fin. Y cada casa tenías que hacer, y decías que no y te decían “Que se pierda un pueblo antes que una costumbre” tienes que coger. Nosotros de hecho no fumábamos ninguno de los tres y teníamos los bolsos llenos de cigarros, y teníamos que coger aquel cigarro. Qué no fumamos, y lo veían, pero no, no, y tienes que coger, y tienes que coger. Y avellanas trajimos muchas, muchas traíamos también, y estabas allí comiéndolas todas las que querías y luego a mi me gustaba bastante y me gusta la avellana y resulta que los bolsos llenos de pastas porque a veces ya no te entraba y hacías así simulabas y lo metías en el bolso. Era terrible, eran pesaos para todo. Para esos efectos también. Porque era lo mismo en casa la alcaldesa, la mayordoma mayor y menor tenían sacos de avellanas. Yo he visto dos costales de esos que había estrechos que eran como dos tubos llenos de avellanas. Todo el pueblo comiendo avellanas por todos los sitios. Y los danzantes se los metían entre la camisa y cuando iban danzando iban rugiendo, chan chan chan, era para ellos, a ver quién sonaba más.
GR: ¿Ibais el día de la víspera por la tarde, no?
RG: La víspera sí, íbamos a comer ya. Antes de comer dábamos el pasacalle, primer pasacalle sin danzantes, me parece que era sin danzantes, y después que comías ya sí salían los danzantes, había ensayos de los lazos y ya oíamos comentaban que ya estaban esperando para ver quién sacaba la Virgen, ya había alguien a la puerta de la iglesia que si ya llevaban veinticuatro horas o cuarenta y ocho igual porque querían sacar la imagen pues ellos, e iban, había una competencia enorme también para sacar la Virgen. Otro detalle que me acuerdo como anécdota de ese pueblo es que tiraban una cantidad de cohetes y de bombas enorme, no sé por qué, pero no había pueblo que tiraría tanto de ellos. Empezaban a la mañana y parecía una guerra, respondían desde el otro lado, mucho, mucho. Yo creo que se debía un poco a que vivían bien económicamente, a la industria del queso, mandaban queso. Venían a recoger los quesos por aquí, yo les he visto que venían aquí también y luego ya les conoces vas allí bueno mira que soy de Villafrades y tal. Y venían luego por aquí, cogían el queso y lo mandaban desde Villafrades a Barcelona, a Bilbao y por ahí y aquello pues daba dinero, y cuando venían venía un familiar representando y tenían negocios por allí, ellos decían tengo un hijo y cuando venían pues venían cargados de bombas y cohetes y cosas ¿no? Había dinero, se notaba en ese pueblo que había dinero.
GR: Y el día de la fiesta, ¿empezabais con la diana?
RG: Diana a la mañana, sí, con danzantes ya. Los danzantes en el momento que empezábamos ya no nos dejaban en todo el tiempo, estábamos todo el tiempo con ellos. Y ellos con nosotros y nosotros con ellos. Dábamos la diana y ellos iban bailando, entonces iban en plan juerga ellos, no iban serios como cuando, porque ellos cuando iban a por el alcalde y a por las autoridades y todo eso, entonces sí iban bailando seriamente, y el botarga o “chivorra” pues se encargaba de enderazarlos. Al que se salía un poco o se desmadraba un poco pues le ponía la multa o sacaba una vara con un látigo con una bola que llevaba así y le llamaba la atención sí. Y era serio, y luego la procesión también, la procesión es al salir la imagen se bailaba una cosa valseada, y después unos lazos.
GR: ¿Te acuerdas algo de la melodía esa?
RG: No me acuerdo, muy poco, no no nada. Como no la oiga, si la oigo igual sí. Y dentro de los pasacalles que ellos tenían pues el ritmo que generalmente se hace aquí de rueda pues se hacía también en ese pasacalle y se adaptaba, las cosas que tocaba por aquí mi padre en plan de pasacalles de danza que aquí llamamos se adaptó a lo que era el pasacalles de allí. Es muy parecido sí.
GR: Tararea una, la Peregrina por ejemplo.
RG: (tarareo) esa era una, y otra que está metida aquí en el disco no así pero muy parecida, y otra también (tarareo) pues un poco se adaptaban las danzas también a nuestro ritmo, y nosotros nos teníamos que adaptar fundamentalmente al ritmo de ellos. Que la verdad es que el ritmo de caja era bastante complicado, a mi hermano le costó mucho sacarle, mucho. Yo estaba allí como de corita porque al principio íbamos con el bombo, la caja y la dulzaina. Y yo me quedé con él y después estando danzando, es una anécdota también, le dije el ritmo de la caja es así, y le dije cómo tenía que hacerlo y por la tarde cuando fuimos, eso fue ya la víspera, y cuando se volvió, joder pero si lo has cogido. Pero fue por eso, yo me había quedado, estaba escuchando y muchas veces estás ciego en una cosa y no, y el que está por fuera lo oye mejor, te das cuenta de ello. Y lo cogió, mi hermano tocaba bien la caja, tocaba muy bien. Y entre otras cosas lo que había también que este Domiciano, creo por los hechos, por lo que se le veía que había estado en la legión este hombre y le dijo a ver si sabía tocar el himno de la legión, El novio de la muerte. Y bueno, mi difunto padre también la cogió, la tocaba y la conocía, intentaba tocarla y era otro el pasacalles que se bailaba, era (tarareo). Este era el ritmo y….
GR: ¿El segundo día hacíais algo que se estila ahora que es que después de misa entra todo el pueblo a hacer lazos y lazos?
RG: Sí, sí. Todo el repertorio, y a sacar dinero para los danzantes. Sí, sí, aquello. Si es que eran unas palizas, era no dejar la dulzaina de la mano en todo el día, era terrible. Te mantenías por el dulce lo que bebías, pero a veces ibas a comer y te gustaba tomar un poco caldo así porque estabas harto de comer, pero qué voy a comer…pero claro comías alguna cosa de sopa o cosa así y te encantaba porque estabas con el estómago lleno de dulces y de copas y así. Pero sí eran, el segundo día era para eso, para sacar para una merienda.
GR: Se empezaba por la mañana con la alborada, ¿no? Yendo casa por casa pidiendo lazos.
RG: Ya ese detalle no me acuerdo ahora tampoco pero sí se pedía. Vamos sé que ahora que lo has mencionado.
GR: ¿Después de misa no?
RG: Era matemático sí. Las alboradas o la diana, era, salían ellos ya te he dicho, no iban serios, iban pues oye si iban detrás de las chicas, hablaban con ellas y bueno ya sabes lo que pasa. Pero nosotros a lo nuestro. Y ellos pues, y la gente pues salía también. Toma una pasta. Ahí sobraba de todo, en ese pueblo sobraba de todo esos días.
GR: ¿Y te acuerdas de una cosa que había típica que ahora se ha perdido que era el baile de los danzantes que llamaban, la víspera, que iba el “chivorra” y tocaba a las mozas para que bailasen con los danzantes con la castañuela y eso?
RG: Sí, había algo de eso también, y tenía que salir la chica a bailar. Sí, efectivamente sí. Ya te digo que la primera salida que hacíamos la hacíamos solos pero después ya se presentaban los danzantes y ya no nos dejaban en todo el tiempo. Y eso era en el baile después de la novena y todo eso y después de llevar a las mayordomas, a la mayor y al alcalde y a todos, porque el día que iban a vísperas ya estabas con las autoridades, consideradas autoridades a la mayordoma mayor, a la menor, a todas ellas, y al juez, y al alcalde, aquellos eran fundamentales, y algunas veces hasta el cura, el cura sí, matemático. Igual tenías que ir, fíjate que iba a celebrar misa y estabas con ellos en misa y tenías que ir por él, luego llevarle otra vez a la iglesia y luego, era el último que recibías y el primero que repartías. Preferencia siempre el cura, siempre el cura. Otro detalle que me acuerdo era del mazapán que le ponían al niño y a al Virgen. Sufrían más porque si el mazapán estaba hecho, ¿qué tal va el mazapán? Pues hay que traerle, tienes que ir por él a Villalón, o no sé dónde irían, y hay que ir a por el mazapán el del Niño, el de la Virgen. Pues se ha roto el del Niño, uy qué disgusto llevaban ya. Porque colgaban el mazapán a la Virgen del cuello y al niño también. Llevaban la procesión con el mazapán y luego se lo jamaría el cura claro. Y, ¿sigue la costumbre?
GR: Sí, sigue la costumbre.
RG: Sí, aquello era terrible. Yo he pasado por Villafrades muchas veces y me he acordado mucho de cuando iba.
GR: ¿Tú eras un crío cuando ibas allí entonces?
RG: No, ya tenía yo veinticinco años. ¿Ah cuando fui a Villafrades? Sí, cuando iba a Villafrades tendría yo quince, dieciséis, diecisiete años. Estaba yo en toda la juventud sí. Sí, en aquellos años. Había uno que me acuerdo que tenía una pantorra, se ponía las medias y tenía una pantorra muy fuerte, tenía que tener un nervio ese hombre. Igual era Flaviano.
GR: Y cuando fuistéis, ¿quién os aleccionó un poco del repertorio? ¿había alguna persona en concreto que tenía conocimiento del repertorio?
RG: Domiciano, no nos dejaba tampoco, Domiciano también iba cuando íbamos a dar dianas y muchos de esos nos acompañaba siempre él. Y tenía mucho repertorio, tenía. Luego los danzantes también. Se dio la anécdota de que como aquí en Pedraza había habido lazos y cosas de esas pues mi padre también cuando yo fui por ahí también los tocaba y aprendieron. Porque me parece que La Pájara Pinta era de aquí de Pedraza, y El caracol. ¿Tocan el caracol también?
GR: Sí.
RG: Y en Fuentes de Nava también tocan El Caracol y La Pájara Pinta, y algunas otras. Y La Toba me parece (tararea). Mi padre las tocaba aquí pero posiblemente vendrían de otro sitio también, no quiere decir que serían de aquí.
GR: Allí en Villafrades esas dos, por ejemplo La Pájara y lo que has dicho El Caracol, esos ya Maximino en un libro que hace de Villafrades del siglo …de 1880 o por ahí ya les menciona. Existían el Murmurando, La Virgen, Los Cristos, todos esos.
RG: Sí, había uno al Cristo eso sí (tararea). Esa era una de las que había que tocar a la salida me parece.
GR: ¿Tocabais vosotros los papeluchos? ¿te acuerdas algo de los papeluchos? Que era como una especie de fiestas o agasajos así a amistades y eso que te daban luego como unas bolsas de celofán las avellanas, las almendras garrapiñadas y unos dulces, y eso.
RG: No, bueno nosotros cuando salíamos de misa o se hacía la procesión y esas cosas, cuando no había nada de pasacalle, entonces nos dejaban reposar algo y nos daban también unos dulces y unas cosas para comer, pero luego salíamos a la puerta a tocar y mientras nosotros estábamos tocando por fuera ellos por dentro estaban haciendo sí esas cosas.
GR: ¿Vosotros tocabais con una hoguera?
RG: La hoguera era la víspera, sí por la noche claro. Y a la hora de comer, ya te digo si es que no nos dejaban parar nada, nada, nada. Y luego pa remate cuando terminábamos a la noche, a las diez de la noche o así, recogíamos y cenábamos y luego al salón a tocar, desde las once o las doce que empezábamos a tocar hasta las cuatro de la mañana. O sea que empalmábamos uno con otro. No dormíamos nada.
GR: ¿Qué repertorio así tocabais en el salón? ¿Teníais algún repertorio ya preparado?
RG: De todo, lo típico que había por aquí por Castilla y así. Hombre pues…
GR: ¿Pasodobles, vals?
RG: Pasodobles, valses, tangos, de todo. Se hacía de todo, ya para orquesta hacíamos de todo.
GR: ¿Tocabais corrido? ¿o ya era un poco tarde?
RG: Sí, también se hacía algún corrido mejicano, sí. Y vamos jotas no se tocaba nada más que a la despedida, al salir, y generalmente teníamos un pasodoble que tocábamos nosotros que hacíamos “Buenas noches hasta mañana…” ya no me acuerdo “Buenas noches caballeros muchas gracias por su atención, nos despedimos hasta mañana que comenzaremos otra sesión”. Esa era a lo último ya. Era la jota y a continuación el pasodoble y ya.
Fragmento del pasodoble de Mariano. Extraído del CD La dulzaina en Palencia. Carlos Porro (2016).
GR: ¿Era la despedida?
RG: Sí. “Adiós, adiós, adiós, adiós”, esa era la despedida sí. A la gente le gustaba, si cantaban, a lo mejor a lo primero no, pero después ya lo cantaban también con nosotros. Se tocaba el Begin the beguine como fox, se tocaba La Maricarmen se tocaba como fox también (tararea), ahora La Maricarmen es pasacalles (tararea), es diferente el ritmo. Había muchas canciones también La chaqueta blanca, tangos, ahora no me acuerdo los tengo en la punta de la lengua. Sabía unos cuantos tangos también. Hombre estaba Caminito, estaba Adiós muchacho también, La Comparsita le gustaba mucho a mi padre, que es buen tango también La Comparsita. Porque además la teníamos en partitura, se la mandó un amigo de mi padre de Buenos Aires, un amigo de la infancia, se marcho a Buenos Aires y cuando se enteró que tocaba se la mandó, que aún la conservo yo la partitura esa. Y todo lo que había entonces ya te digo. El Pénjamo sería otra como vals, El Señor Colón como pasodoble “Oh señor Colón, oh señor Colón, fíjese cómo está el mundo, el señor Colón, el señor Colón…”.
GR: ¿Cómo íbais?
RG: Íbamos algunas veces en el tren, íbamos hasta Castromocho, en Castromocho dejábamos el carro y después cogíamos el tren que pasaba la secundaria, y otra vez íbamos directamente con el carro hasta allí. Carro y yegua, mi padre tenía una yegua. Dependía de quién tendría la cofradía. Digo Castromocho porque nosotros teníamos unos tíos carnales que tenían cuadra y podíamos dejar allí el animal recogido. Y si el cofrade o mayordomo no tenía así, pues hacíamos el viaje en el tren pero si no, nos pagaban el tren también aparte y después nos decían no vengan ustedes entren y ya les pagaremos. Y si tenían ellos pues llevábamos el carro y la yegua hasta allí y luego le daban de comer. O sea que íbamos los tres y el animal cuatro. Y de vez en cuando ibas, oye que hay que echarle de comer, o tenían ellos labranza o así y le metían conjuntamente, le tenían a un lado y cuando echaban a unos echaban a otros conjuntamente. Y ese era el medio de transporte que había entonces. Por eso se hacían las fiestas más largas y tocabas mucho más porque estabas todo el tiempo en el pueblo. Estabas todo el tiempo allí. Lo vivías. Eras uno más, y cuando ya ibas, dos, tres, cuatro años ya, puf, eras de casa. Que aquí en este pueblo pues no porque comíamos siempre pero había pueblos donde ibas por ahí a tocar y te llevaban los mozos te repartían, y decían bueno uno en tal sitio, otro en otro, comer en un sitio, cenar en otro, desayunar en otro y así. Y cuando ibas dos años seguidos o tres ya sabías, bueno hoy me toca comer en casa de fulano, hoy me toca comer… Y te decía el fulano, oye ya sabes hoy te toca comer a casa eh! Si no vengo yo vas tú que ya sabes donde vivo. Cogías confianza sí, eran otros tiempos. Y luego todo el mundo que sacrificio hacía porque iba el músico a comer y el que más o el que menos pues tenía una comida digna, estaba muy bien sí. Era una cosa especial.
GR: ¿Tú no conociste al que fue anterior a vosotros a Villafrades? Un tal Galindo, era de Villada.
RG: Me suena haber oído hablar de Galindo, sí. Pues mira yo tengo vecinos de Basauri que son de Villada, incluso me han llevado partituras a mí de Villada.
GR: La muralla o cosas de esas.
RG: Sí, La muralla que la tocan diferente aquí que lo que está en la partitura y me hacen el lío porque concretamente los Silvas yo les he oído tocar a los Silvas La Muralla y contrasto con la partitura y no me cuadra, porque lo tengo grabado. Y digo ¿cuál es la buena? Y ahí está. Que a mi La Muralla la he tocado allí algunas veces y me emociona muchísismo eso. Es una pieza que tocándola con la dulzaina a mi por lo menos me ha emocionado mucho.
GR: Tiene una redondilla parecida a la de Frechilla o algo así.
RG: La de Frechilla también la tengo yo. Bueno yo en plan de partituras ya te he comentado que empecé trabajando mucho y nadie me daba nada, pero yo arañando por un lado y por otro pues como las de Villada, si me llevo cuatro o cinco o seis partituras y de Cisneros también me llevaron otras cinco o seis partituras, lazos de Cisneros, y cosas así y hoy tengo, tengo muchísimas. Tengo un montón de ellas. Pasaré de las dos mil hoy partituras. Aunque este año ha sido uno poco…, ya se va llenando la cosa, ya no pero bueno, siempre cae alguna.
Fragmento de entrevista a Ricardo Gutiérrez por Rafael y Marta Gómez en agosto de 2003:
Otras publicaciones:
- La Dulzaina en Pedraza de Campos, Mazariegos, Fuentes de Nava y Villafrades de Campos. Mariano Gutiérrez y sus hijos Ricardo y Enrique. Carlos Porro. Transcripciones: Elías Martínez Muñiz. Textos de Villafrades y transcripciones: Rafael Gómez Pastor. (2017)
- Tradición oral Palencia. Vol. 04. Ricardo Gutiérrez. Dulzainero de Pedraza de Campos (Palencia). Tecnosaga (2003).