Los palomares de Villafrades

«Alas tenga yo para volar, que no me faltará palomar». Esta frase del rico refranero castellano alude al amplio catálogo de palomares que antaño había por estas tierras. De un tiempo a esta parte estas construcciones son vestigios de un pasado esplendoroso y se han convertido en fuente de inspiración para versos de poetas y lenguaje de escritores terracampinos como mis amigos Aderito Pérez o Evelio Gayubo que admiran y cantan su belleza; así como el objetivo fotográfico de Fernando Caballo en su afán por captar el arte que le rodea y la luz que ilumina y proyecta sobre las ruinas de esos gigantes de barro que agonizan.

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Fotografía: Fernando Caballo Blanco (2020)

Aunque Villafrades en la actualidad sólo conservan tres palomares, en otros tiempos tuvo un gran número de ejemplares de distintas tipologías: circulares, con patio o cerrados, cuadrados, rectangulares… Estaban vinculados a una economía de subsistencia y el paisaje de su término se encontraba salpicado de estas estructuras de tapial, obras arquitectónicas tan identificadas con su suelo, donde los maestros alarifes con un inteligente sentido constructivo, jugaban y recreaban con sus formas y estructuras.

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Jornada de puertas abiertas de los palomares de Villafrades. 18 de agosto de 2023. Colección: Rafael Gómez Pastor.

Se encontraban edificados a las afueras del pueblo de modo que el gentío y bullicio de la población no espantara las aves, pero tampoco muy alejados para evitar que fueran presa fácil de furtivos o cazadores. La mayoría agrupados sobre un pequeño montículo conocido como las Sernas, cerca del río Sequillo donde las aves podían abrevar. Solamente dos o tres existieron en otra zona más alejada del término junto a dos manantiales del campo como eran la fuente de Juan Díez o la de las Pájaras.

La forma más común eran los circulares cuya construcción se ejecutaba casi siempre de forma simultánea, cómo almas gemelas los dos a la vez, para que mientras se secaba el barro de un tramo del primero se trabajaba sobre el segundo y así hasta llegar al cierre de ambos (así me lo contó Jesús Escobar). Construidos en dos o tres muros concéntricos con sus nidales u oracas excavadas en los mismos y a una distancia que permite el ascenso de una persona sobre ellas a modo de peldaños. En el centro un espacio o patio que deja ver la techumbre del palomar y el estado de su mástil. Si este es descubierto tiene dispuesto un albañal para el desagüe y evacuación. Se decía que estos albergaban más palomas al entrar la luz solar ya que a las palomas las gusta tomar el sol durante el día.

Buscando pichones en el interior del palomar. Colección: Rafael Gómez Pastor

Es conocido que durante el medievo el privilegio de tener un palomar sólo facultaba a ciertos señores, los clérigos y las órdenes religiosas. En Tierra de Campos, tener un palomar era signo de riqueza y cierta distinción, y Villafrades no era una excepción. Unas ordenanzas dictadas por Enrique IV a los alcaldes del concejo y justicias de las villas, confirmadas por los Reyes Católicos, prohibían cazar palomas a una legua alrededor del palomar y requieren que se persiga y castigue a los furtivos que abusan de los palomares. La hambruna que soportaba gran parte de la población hacía que fuesen poco respetadas, y los sirvientes y braceros durante gran parte del año (por falta de trabajo y para poder comer) se dedicaban a la caza de la zurita mediante lazos y otros artilugios dejando despoblados los palomares de los grandes señores. Las ordenanzas dictadas por el concejo de Villafrades prohibían coger hasta las hierbas y los cardos de regueras y linderas, y de ahí los refranes: «Ave de pluma, el que la coge es suya», o «Ándate a palomas, cuando no comas».

Estos terratenientes propietarios no solo se beneficiaban de la producción del sabroso palomino que estofado era plato típico en día de fiesta, sino que les aportaban sus ganancias los excrementos de la paloma por las excelentes propiedades como fertilizante para los campos de cereal, y de ahí otro sabio dicho del rico repertorio refranero castellano: «Echa estiércol y palomina al pan, que las tierras te lo agradecerán».

En  el siglo XVIII la mayoría de los propietarios en Villafrades seguían siendo los grandes señores. Una familia muy hacendada, los Juárez, tienen  en 1714 una casa que linda con una herrén que llaman del palomar lindero calle que va a Villada y Ronda de la Cerquilla.

Según las respuestas de la Ensenada del año 1752 podemos ver como los propietarios de los tres palomares existentes, dentro de la población, son el cura, los monjes del Priorato y el Mayorazgo de los Villagómez.

Don Mateo González, «cura de esta villa por ser nuevo y muy pequeño el producto al año y por seis meses de cría sesenta pares de palominos cada uno a veinte maravedís asciende a treinta y cinco reales y diez maravedís».

Otro, propiedad del Priorato de esta villa del Convento de San Benito de Sahagún, cuyo prior fuera el famoso fray Romualdo Escalona que tomó el hábito en Sahagún en 1739, fue elegido académico de la Real Academia de la Historia en 1770, ejerció como cronista de la congregación. Aportó además a la historia del monasterio que había escrito José Pérez de Rozas, un apéndice documental con 327 nuevos documentos algunos alusivos al Priorato de San Pedro de Villafrades. Consta según el catastro que «…le regulan por dicho tiempo ciento y cuarenta pares que dicho precio asciende a ochenta y dos reales y doce maravedís».

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Palomar del Priorato de San Pedro de Villafrades (2019). Colección: Rafael Gómez Pastor.

Y el otro en las casas del Mayorazgo de Villagómez «del que regulan setenta pares por dicho tiempo y precio asciende a cuarenta y un reales y seis maravedís». El Licenciado Hernando de Villagómez, abogado de la Real Chancillería y Oidor del Consejo de Indias, funda este Mayorazgo en 1592 sobre diversas tierras compradas al escribano Blas de Rozas en Villafrades el año anterior. Tenía palomar, bodega, y casa palacio del Mayorazgo donde residieron algunos de los Villagómez como D. Francisco de Villagómez, alcalde ordinario de la villa en 1676, o D. Diego y D. Gaspar Baltasar de Villagómez Ruiz de Velasco, el primero Chanciller Mayor de la Chancillería de Valladolid y este último Mayordomo de Fábrica de Grijas Albas durante los años 1686 y 1687 y a la vez Regidor perpetuo de la ciudad de León. En esa fecha, el Mayorazgo lo ostenta D. Luis Diguja de Villagómez, señor de Magaz y su castillo, quien lo había heredado por vía materna de Doña Catalina Villagómez. Este personaje murió en Villafrades en 1773 y fue enterrado en la iglesia de San Juan Evangelista. El último poseedor del mayorazgo de Villafrades y Presidente de la Real Audiencia de Quito sería Joseph Diguja Villagómez.

Joseph Diguja Villagómez. Fuente: enciclopediadelecuador.com

En realidad Villafrades contaba con más palomares, pues según las diligencias de comprobación de los libros de contribución de 1761, además de los tres mencionados tenían: García Giraldo y Joaquín Giraldo dos palomares en el campo; Cayetano José Pardo uno en su casa, y Juan Prieto uno en una herrén cercada. Incluso el libro de arriendos de la cofradía y hospital de los Santos tenían uno arruinado en un solar del Barrio del Medio y una casa y palomar en el Corro de la Cava.

Con la abolición de los señoríos y los privilegios del derecho de estas explotaciones, en 1811, los palomares tuvieron mucho auge y aumentaron de una manera espectacular, surgieron nuevos palomares en las afueras de los pueblos que son en parte los que han llegado a nuestros días. 

Algunas noticias y censos de los siglos XIX y XX serían las siguientes:
   – Año 1820. Juan Francisco Giraldo tiene una tierra al “palomar”. (Memoriales de los         propietarios de rústica).
   – Año 1887. Productos: por cada par de palomas 75 céntimos y por la palomita 25             céntimos. Gastos: Pienso 85 céntimos. (Cartilla evaluatoria para las contribuciones).
   – Año 1929. Total 15 palomares, cuyo pago fluctuaba entre 150 y 200 pesetas por             palomar. (Declaración de utilidades).
   – Año 1931. Total 17 palomares, cuyo pago fluctuaba entre 150 y 200 pesetas por             palomar. (Declaración de utilidades).
   – Año 1937. Total 16 palomares, cuyo pago fluctuaba entre 150 y 200 pesetas por             palomar. (Declaración de utilidades). En los años cuarenta ya enumera esa misma         cantidad el poeta local Maximino Rodríguez «Velay»:

«Prosigamos nuestra historia y demos la vuelta en grande:
tended la vista, mirad; hay dieciseis palomares:
sus muros de paja y barro son otros tantos gigantes
que albergan en su interior muchos cientos de volátiles».

En el año 1962 la famosa riada quedó algunos palomares atestados de cieno a una altura de más de un metro cuajados de palominos, huevos y palomas; y lo que es peor, en estado de ruina algunos, pero aún así en el año 1966 se inventarían 16 palomares.

 Se indican a continuación los titulares y un plano con la ubicación:
 1. – Manuel Giraldo Merino (redondo)
 2. – Rogelio Martín Escobar (cuadrado)
 3. – Jacinto Sánchez Giraldo (redondo, en el teso de San Miguel)
 4. – Manuel Giraldo Merino (redondo)
 5. – Juana Alonso Herrero (redondo)
 6.- Donato Alonso Ramos (redondo)
 7. – Domingo Ramos Alonso (redondo)
 8. – Juan Escobar Escobar (redondo)
 9. – Antonio Ramos Rodríguez (redondo)
10. – Jacinto Sánchez Giraldo (redondo)
11. – Pablo Ramos Giraldo (redondo)
12. – Primitivo Sánchez Ramos (redondo)
13. – Mateo Sánchez Giraldo (rectangular)
14. – Ángel Ramos Población (rectangular)
15. – Valentín Giraldo Herrero (rectangular)
16. – Acacio Herrero Escobar (redondo)

En el año 1983 la Caja de Ahorros Provincial publica la tesis doctoral del arquitecto Francisco P. Roldán Morales. Es un magnífico trabajo que intenta recoger en un estudio todas las variadas tipologías y dejar un testimonio gráfico de un tipo de arquitectura que se podía contemplar aún en toda la Tierra de Campos como elemento identificador de este área que estaba en vías de extinción. Villafrades presentaba muchos palomares en ruinas y sólo incluye la ornamentación de un palomar circular ya desaparecido y otro rectangular también muy deteriorado a pesar de ser el último construido en este pueblo sobre los años cuarenta.

A finales de los años noventa del siglo pasado se produce una cierta sensibilización hacia este elemento arquitectónico ya prácticamente en desuso, y desde ADRI Valladolid Norte se promueve la rehabilitación de algunos palomares y se financia parcialmente parte de estos trabajos. En el caso de Villafrades, afortunadamente y gracias al interés de las familias de Epifanio Gordaliza y Jesús Escobar que se acogieron a estas ayudas podemos seguir contemplando en nuestros campos estos bellos palomares.

Posteriormente, en el año 2013, ADRI inventaría, de nuevo, los palomares de distintas localidades. Nuestro pueblo, en dicho inventario contaba con diez palomares (frente a los 16 que se mencionaban en el año 1962), y muchos de ellos ya en estado de ruina.

Inventario de ADRI (2003)

En el año 2020, solo son tres los que quedan en pie, dos de ellos los que se rehabilitaron unos años antes, y el tercero se encontraba en un avanzado estado de deterioro. En ese momento, y con el único fin de preservar el poco patrimonio material que queda en Villafrades, tomamos la decisión de adquirir de forma particular el tercer palomar para su restauración.

«Si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas».

Presentación realizada el 17 de agosto de 2023 dentro de las actividades programadas en la semana cultural de Villafrades.

Los palomares son santo y seña de esta zona de Tierra de Campos. Los de Villafrades han sido la imagen durante años de la tradición quesera de la localidad, han formado parte de publicaciones de instituciones de la zona de la mano de ADRI Zona Norte o el CEIP Tierra de Campos, e incluso aparecieron en el programa de televisión de Buenafuente de la mano de David Trueba y un videoclip del grupo Vallarna.

Cedida por José María Ramos. Colección: Rafael Gómez Pastor.
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