Durante unos años muy gratos de la década de los noventa, me dediqué a recabar información sobre las danzas de palos de la zona del río Sequillo. En concreto me refiero a las localidades de Herrín, Gatón, Villabaruz, y algunas otras de la zona norte de la provincia de Valladolid. Parte de esa tierra mal bautizada -que diría Jesús Torbado- hoy es patria de una España desnuda y venida a menos. Rústicos, austeros y humildes pueblos que hoy serían irreconocibles, para alguien de tiempos pasados que hubiera contemplado sus fiestas en las que la danza y la dulzaina eran símbolos que se llevaban con orgullo. La despoblación y el poco apoyo recibido para fomentar su conservación han influido en la paulatina desaparición de este rico patrimonio inmaterial.
En cada uno de los pueblos tuve la suerte de encontrar una persona que se emocionaba al rememorar esos años de la danza en todo su esplendor. En Gatón el principal informante fue Carmelo de la Rosa. Recuerdo bien el día que le conocí. Carmelo tiene una gran deficiencia visual que ya entonces limitaba mucho su quehacer diario pero no le impedía realizar otras tareas como la de tañer las campanas, actividad de la que estaba encargado por aquella época. Demostró en aquella primera conversación ser un gran conocedor, no solo de la danza, sino de todo lo relativo a su pueblo, además de un fervoroso devoto de la patrona de Gatón de Campos, La Virgen de las Nieves. Durante aquella visita, enseguida me llamó la atención el lugar privilegiado que ocupaba la danza en la estancia en la que nos encontrábamos, con fotografías en las que aparecía con sus dos hermanos vestidos de danzantes, la corona floreada con la que había danzado, fajines, cintas e incluso la vara del birria. Aquella tarde mantuvimos un larga e interesante conversación en la que me contó con detalle todos los pormenores, y desde entonces fueron numerosas las ocasiones que tuve de seguir conversando con él hasta que se fue a la residencia de Villarramiel donde actualmente reside.
Desde el Grupo de Cultura Tradicional Tierras Propias decidimos homenajear de alguna forma a este hombre con el que nos habíamos encariñado y recuperar la danza de Gatón como pequeño reconocimiento a su figura y a la labor ejercida durante tantos años. Para ello recabamos información con el fin de documentar la danza en tres vertientes: el repertorio de las danzas paloteadas o de castañuela y sus melodías, la indumentaria y los aparejos, así como el ritual de las costumbres y ceremonias que existían en torno a ellas. Además del valioso testimonio de Carmelo, contamos también con la ayuda de su hermano “Pepito” de la Rosa que interpretó con su armónica las melodías que aún recordaba.
Otras de las principales fuentes utilizadas para documentar la parte histórica han sido los distintos archivos. Los libros de cofradías ya dan noticias en sus primeros asientos de que bailan los mozos locales, o los propios cofrades y del alquiler de libreas y aparejos que se usan para la danza.
Fue posible realizar la danza de Gatón durante una veintena de años, inicialmente, con el Grupo de Cultura Tradicional Tierras Propias y más tarde gracias a la colaboración de algunos amigos y jóvenes de Villafrades, hasta el año 2017 en que dejamos de representarla. Una vez realizada la labor de recopilación, documentación y recuperación los vecinos del propio pueblo pueden dar continuidad a este legado cultural y que pueda ser conservado para futuras generaciones, si ese es su deseo.
En agosto del año 2018 y para agradecer de nuevo a Carmelo su ayuda organizamos una jornada dedicada a la danza de Gatón, con una charla sobre su historia, la interpretación de algunos temas locales por Francisco García (dulzaina), Jaime Vidal (caja y acordeón) y David Núñez (bombo y flauta y tamboril), la proyección de un audiovisual elaborado para tal fin y un taller de paloteo con los vecinos del pueblo.
En sucesivas entradas ahondaré en lo relativo a esta danza.
