Aunque poco conocido fuera de Tierra de Campos, Juan Cuevas Gago fue considerado un excelente dulzainero en esta comarca. Los testimonios transmitidos por algunos de los que le conocieron nos han ayudado a conocer mejor su figura. En Villada, el pueblo de Galindo, el músico José Luis Herrero recuerda con cariño a este dulzainero, contemporáneo de su padre también músico, y al que él conoció cuando era niño. Rememora aún curiosas anécdotas del personaje y la marcha fúnebre que el día de su entierro le dedicó la banda con la que tanto trabajó.
Y viene a cuento lo de Galindo, del que ya he escrito en otras ocasiones, porque hace unas semanas Sebastiana Gordaliza, tras un homenaje a Ángel Miguel López en Herrín de Campos, se preguntaba con cierta pena cómo era posible que no se hubiera hecho un homenaje también a Galindo. Recuerdo el año que dio la función tu abuela Victoriana -dice Sebastiana- por aquella época las mayordomas eran las encargadas de dar alojamiento a los músicos que venían a tocar la fiesta, y Galindo siempre pedía dormir en la sala donde se encontraba la trébede. Era yo una niña, pero le recuerdo allí tumbado al finalizar la fiesta, después de tocar la alborada y los lazos del segundo día de fiesta (“romper los palos”).
La alborada daba comienzo al despuntar el día y los danzantes recorrían todas las casas del pueblo «echando lazos» dedicados a la puerta de cada vecino que lo solicitaba por lo que recibían sus buenas propinas. La cuadrilla de danzantes y el «chivorra» iban bailando una melodía que según Flaviano Gordaliza ejecutaban con un paso similar al que realizan los danzantes de otros pueblos (describía entre habas y punteado) y de la cual tarareó la melodía que aparece a continuación.
Alborada de Galindo. Grabación realizada a Flaviano Gordaliza por Rafael y Marta Gómez (Año 2003):
Alborada de Galindo (pista extraída del CD de la Danza de Villafrades):
Galindo fue un dulzainero terracampino perfectamente identificado con las costumbres y tradiciones de la zona. A la vez un apasionado de las danzas de paloteo tan características de los pueblos de esta comarca, y lo que significaban para sus habitantes, lo que le sirvió para garantizarse los toques de muchas poblaciones durante décadas y por ello no es de extrañar que fuera el dulzainero con la tarifa más alta. Había cursado estudios musicales en el Conservatorio de Valladolid y además dirigía la banda de su pueblo donde también tocaba diversos instrumentos. Era Galindo un dulzainero poco dado a compartir los toques y melodías que le cantaban algunos vecinos de esos pueblos que anotaba en una libreta que siempre llevaba consigo. Tonadas que en su mayoría compusieron el corpus del repertorio del grupo de la Sección Femenina de Villada que tanta fama le dio.
El grupo de Coros y Danzas de Villada fue uno de los más importantes en los años cuarenta alzándose más de una vez con el triunfo en los concursos nacionales de la Sección Femenina. Esta agrupación estaba dirigida por Juanita Rodríguez desde 1939 quien con el asesoramiento del tío Galindo y de un afamado y ágil panderetero, Fructoso Verano, pusieron en un nivel nunca visto los cantares y danzas castellanas de su repertorio, e hicieron cosechar a su grupo los mejores triunfos. Del dulzainero dice el diario Libertad lo siguiente: «lleva setenta años consagrado al difícil arte de interpretar en instrumento simplista el sentir del pueblo en un aire musical». Gran número de piezas recogidas de Juan Cuevas como: Jotas, ruedas, canciones de siega y vendimia, danzas de palos, polcas, etc. serán coreografiadas por Juanita, quién a la vez se preocupa mucho por la indumentaria y el adorno. Enorme éxito tuvieron en el II concurso celebrado en el Teatro Calderón de Valladolid en 1943, presidido por numerosas autoridades entre las que se encontraban Dª Pilar Primo de Rivera y la delegada provincial Antoñita Trapote. Las villadinas, ataviadas con vistosos trajes típicos, causaron admiración entre el numeroso público con sus interpretaciones de la polca La Punta y el Tacón, la Jota Castellana y la Redondilla de Villada. Tres piezas del repertorio de Galindo que le sirvieron para ser el grupo invitado durante muchos años a los Concurso de Arada de San Isidro.
Colaboró también Galindo con el director de la Banda Provincial de Música de Palencia y la Coral Filarmónica Palentina, Antonio Guzmán Ricis, en los temas musicales de la zarzuela El Villano Señor estrenada en 1932. Está inspirada en ritmos y canciones populares castellanas donde aparecen coros de vendimiadores, mozos y mozas, los dulzaineros y bailadores, de los pueblos de Villada y Villacidaler donde transcurre la acción del héroe Alonso de Villada. Para la elaboración de la partitura, el maestro Ricis, se basó en algunas tonadas recogidas a varios vecinos de Villada, como Concepción Alonso, «Tía Pipa»; el señor Justo Estrada, «El Churris»; y el dulzainero Juan Cuevas, «Galindo». Posiblemente la amistad del dulzainero con el maestro Guzmán se remonta a años atrás pues éste era dado en sus ratos de ocio a llevar al pentagrama y adaptar para sus agrupaciones las melodías y cantares de la Montaña y Tierra de Campos palentina, y de todos estos cantos ya había recopilado mucho Galindo por los pueblos anteriormente. Del dulzainero villadino recogió entre otras, el baile de rueda de la Redondilla de Villada y la polca La punta y el tacón.
La punta y el tacón. Archivo de la tradición oral de Palencia Volumen 11. Bailes y danzas Villada (Palencia). Carlos A. Porro Fernández (Año 2008):
Precisamente hace un par de años rebuscando datos en el Archivo Municipal encontré que llegó a Villafrades, para sustituir a Simón de la Rosa, en 1931 y recibió por sus servicios 140 pesetas. Se mantuvo como dulzainero oficial, acompañado de su hijo Benito a la caja, hasta 1948 salvo unos años que estuvo preso. Me interesó mucho una carta que Galindo había dirigido al alcalde en 1943 solicitando, además de la retribución acordada con el municipio, una cantidad a los danzantes de lo que estos sacaban durante la citada alborada y los lazos del segundo día. Reunida la Corporación la contestación no se hizo esperar y le reenvía esta carta:
“…Carta a Galindo: Muy señor mío en contestación a su atenta a seis de los corrientes en la que estipula las condiciones en que vendría a amenizar la fiesta de Nuestra Señora de Grijasalbas en el año actual me es grato comunicarle que el Ayuntamiento de mi presidencia en sesión del día 15 del mes en curso aun pareciéndole elevado el precio que usted fija de 300 pesetas libres accedió aceptar el que venga a amenizar la referida fiesta en dicha cantidad pero incluidos en dicha cifra todos los trabajos, usos y costumbres de siempre, es decir que los trabajos del segundo día por la mañana y después de misa que en la suya dice se les abonen los danzantes queden pagados con las 300 pesetas antes dichas puesto que no hay razón para elevar 50 pesetas como hace sin que haya cambiado en nada la intención en nómina del año pasado a este y por otra parte como la danza no se halla formada aún y no se ha podido tratar con ella tal asunto, además de que apenas sacaría para pagarle, sería lamentable que llegado ese día usted no se entendiera con ella y tuviéramos disgustos sin ninguna necesidad en el pueblo. Por tanto, si le conviene puede venir en las 300 pesetas, pero como ya se dice, con las mismas obligaciones que en años anteriores”.
La explicación a esta manera de obrar del dulzainero Galindo con estos montantes de sus emolumentos tiene su justificación, pues desde su juventud no tuvo una vida nada fácil. Cuenta Carlos Porro que “…en 1896 al ser llamado a quintas fue exento como hijo de padre pobre y sexagenario e impedido, preguntado si existía la misma causa que el año anterior, manifestó que sí y pasado reconocimiento facultativo este dijo que se halla padeciendo una parálisis, teniendo otro hermano se halla amputado el muslo derecho por un tercio superior al hermano de dicho mozo Telesforo Cuevas Gago, por cuya razón el ayuntamiento oído el parecer síndico le declara temporalmente excluido”
No se libraría del servicio militar, pues un año después fue declarado apto, cumpliéndolo en San Quintín de Valladolid y formando parte de su banda siendo un destacado componente de la misma y quien dicen conseguía sacar notas en la corneta que ninguno antes había podido lograr.
Era un dulzainero que tocaba de zurdas y siendo un mozuelo, con tan solo once años ya amenizaba los bailes en su pueblo para entretener al personal. Una anécdota muy curiosa de estos bailes de sus inicios es el incidente ocurrido entre los mozos villadinos y una cuadrilla de jornaleros gallegos que habían acudido a la siega y se habían presentado en el baile para divertirse. Se preparó una reyerta donde fueron apuñalados varios segadores, falleciendo uno de ellos a manos de su propio redoblante. Citado a declarar; y como Galindo vacilase y se contradecía en la versión de los hechos, el presidente del tribunal le espetó una frase muy ingeniosa: “…Que no se equivoque la dulzaina, aquí necesitamos la verdad pura y es preciso no confundir los toques, vengan aires del país o sean toques estrictamente verdaderos”.
Tras la guerra civil fue encarcelado por sus ideas políticas. En su dura estancia en la prisión, como hiciera Marazuela, mataba los ratos deleitando con su dulzaina la estancia a los demás presos, y eso explica el que en la etapa posterior a su cautiverio cuentan que causaba admiración y dejaba impresionadas a las gentes con su excelente sonido. Tras su estancia en prisión apareció bastante demacrado y con una cojera que se había producido jugando al chorro morro o garbancito con los demás presos. Debido a su cojera se fatigaba mucho y como no podía seguir a los danzantes durante los pasacalles les daba la vuelta con una zapateta y les mantenía con una contradanza hasta llegar a ellos. Me contaba Flaviano Gordaliza que una vez en una de éstas al hacer la zapateta uno de los danzantes, Epifanio Gordaliza, dio un puntapie a la dulzaina de Galindo que salió disparada ante el jolgorio de los demás danzantes.
A pesar de ello tenía gran estima a esta cuadrilla de danzantes a los que también acompañó en la romería de San Isidro y los concursos de arada de Valladolid. Con su buen repertorio de pasacalles en 1948 condujo a los danzantes durante el largo desfile de los carros engalanados por el centro de la ciudad hasta la ermita. Pero lo mejor llegó durante la noche en el baile que se daba, hasta altas horas de la madrugada en el casino de Valladolid, como fiesta homenaje a la mujer labradora y concurso de trajes típicos castellanos. Tenía un cuarteto de buenos músicos el casino, pero en un momento de la noche sacó Galindo la dulzaina e hizo echar unos lazos a los danzantes. “…el casino se venía abajo por vernos danzar, con gente subida encima de la mesa para verlo, fue una gran noche” son palabras de Flaviano, el que también nos hizo llegar algunas melodías de pasacalles de este dulzainero.
Se había presentado el grupo de Villada a este XI concurso de arada con un escogido repertorio, destacando la jota de las Avellanas que tanto éxito tuvo en junio del año anterior en el nacional de danzas, y las de la vendimia y de la siega, alternando con los paloteos de los buenos danzantes de Villafrades.
Pasacalles de Galindo. Grabación realizada a Flaviano Gordaliza por Rafael y Marta Gómez (Año 2003):
Pero no sólo los testimonios nos llegan desde Villafrades. En Villacarralón hace unos años hicimos una entrevista a un grupo de mujeres mayores que también le recordaban con admiración, (los danzantes de Villacarralón hasta principios del siglo XX mantuvieron viva una danza muy interesante que les tocaba Galindo). Nos dieron fe de sus toques a la danza durante la fiesta y hablaron del salto del castillo que finalizaba con la danza de la culebra por las calles del pueblo; los lazos del Matarrunguero, la Virgen del Carmen, etc. (algunas llamaban cuartos); el pasacalles de la Riojanita (una variante de la popular Peregrina) y la Redondilla del final del baile que no se acababa hasta que salía a bailar una señora muy popular conocida por la «Tía Gorda», que hasta entonces había permanecido vigilante y sentada en una silla en el centro del corro. Fue una bonita tarde recordando a Galindo.
Dicen que Galindo al final de sus días se pasaba horas enteras en el hospital viejo de Villada custodiando a los gigantones y gigantillas que tanto significaban para él y que escoltó toda la vida. Habían sido adquiridos por el Ayuntamiento en 1903 para la popular Feria de la Vieja que se daba durante la Cuaresma y a los que acompañaba en su desfilar por el pueblo con alegres dianas y pasacalles, bien con su dulzaina o dirigiendo a la banda municipal.
Esta antigua y acreditada feria, que empezó siendo mercado en el año 1477, sería para Galindo algo muy especial pues conservaba todo el espíritu y aliento de la tradición y de antañonas costumbres villadinas donde la dulzaina era parte importante para animación de la numerosa concurrencia a bailes, concursos, cucañas, paseos, etc.. La tradición de la Vieja, muy popular en Campos, representaba la Cuaresma por una vieja de papel con siete piernas, una menos de la mitad de largo que las otras seis, de las cuales se arrancaba una cada semana y al mediar la Cuaresma se partía la vieja de papel para indicar que se acercaba la Pascua y era motivo de jolgorio y regocijo. Coincidía esta celebración con el famosísimo mercado de ganados y maderas que además atraía a gran cantidad de aficionados al salmón que entonces se vendía en Villada (puerto chico, como la llamaban).
Vaya esta pequeña reseña como homenaje a este gran dulzainero que nos dejó en el año 1949.
Bibliografía:
CALVO MANZANARES, FRANCISCO. Villada: memorias de ‘La Vieja’ en la populosa villa (https://cadenaser.com/2022/03/23/villada-memorias-de-la-vieja-en-la-populosa-villa/), 2022.
PORRO FERNÁNDEZ, CARLOS A. La Tradición Artística Musical de Villada (Palencia), 2008.
GÓMEZ PARÍS, MARTA, GÓMEZ PASTOR, RAFAEL, MARTÍNEZ MUÑIZ, ELÍAS. Danza de Palos de Villafrades de Campos, Editorial de la Diputación de Valladolid, 2006.
Hemeroteca del Diario Palentino.