El violín y los dulzaineros

Hace ya unos meses me llamo la atención un interesante comentario de Carlos Martín Aires en Facebook en un grupo sobre violín folk, donde hace una relación de algunos testimonios de los que tiene conocimiento en conexión con el músico tradicional en la provincia de Valladolid. Aunque haya pasado tiempo ya, me gustaría contribuir con esta pequeña publicación aportando algún dato más sobre este tema que fue surgiendo a lo largo de un trabajo de recopilación elaborado con Francisco García Olmedo, sobre las figuras del tamboritero y el dulzainero en la provincia de Valladolid.

Es sabido que el violín tenía demanda entre la alta sociedad española de los siglos XVIII y XIX. Permitidme que me tome la licencia de hacer una pequeña introducción al tema y mencionar algunos casos como el del Conde Luque que encarga en 1795 madera de «achano» de Cádiz para construir 24 violines, 2 violas y 2 violones1“…Para 24 fondos se necesitan de madera de achano de una cuarta y siete pulgadas de largo, y de ancho nueve pulgadas y de grueso por una orilla una pulgada cumplida y por la otra tres líneas, procurando que cada dos piezas sean hermanas y venga señalado cada par. Veinticuatro mangos con sus cabezas de la misma madera. Cada mango con su cabeza ha de hacer de largo once pulgadas de grueso y media y lo mismo de ancho. Para zercos de dichos violines se necesitan cuatro palos de la misma madera, su largo media vara y dos pulgadas. Su grueso pulgada y media cumplida y lo mismo su ancho y otros cuatro palos de media vara y media cuarta de largos, y sus gruesos y anchos como los cuatro anteriores y los ocho han de ser de la misma madera de azer. Para viola tapa de pinabete que ha de ser muy blanco muy vetimenudo muy seco y muy especial. El azer ha de ser de muy buena calidad, muy seco y de aquel que hace unas aguas muy hermosas por dentro encontradas con la veta y últimamente se procura que dichas medras sean todas muy especiales” A. H. N. Nobleza. Archivos del Conde Luque. o el de D. Manuel Pavía y Lacy, Marqués de Novaliches (1814-1896), quien tras su derrota a manos del mariscal Serrano en la Batalla de Alcolea en 1868 en la que fue herido en la cara quedando totalmente desfigurado se refugió en su afición al violín y del que se conservan algunas de sus partituras y un cuaderno de música en sus archivos.

Doña María Josefa Alonso Pimentel

Otro personaje histórico, y que acercó mucho este instrumento a la música del pueblo sería Doña María Josefa Alonso Pimentel (1752-1834), duquesa de Benavente así como también de otros pueblos vallisoletanos como Urueña, Tiedra, Villafrechós, Villamuriel o Peñafiel. Entre otros muchos cultivó el arte de la música y la literatura tradicional, no en vano fue mecenas del pintor Goya al que encargó para la decoración de su palacio escenas costumbristas como La gallina ciega, El conjuro, La merienda campestre o El columpio. Esta señora para sus bailes y saraos gustaba de contratar a uno o varios violinistas que tañeran sones de los bailes de la época como folías, villanos, chaconas, pavanas, etc.

Es posible que a alguien le sorprenda conocer que algunos de los dulzaineros que comenzaban a aparecer a mediados del siglo XIX, y que poco a poco fueron eclipsando al viejo tamborilero de flauta y tamboril, también tocaban el violín.

Los dulzaineros defenestrados en ocasiones por el resto de músicos, además del violín y otros instrumentos de cuerda en algunos casos tocaban acordeones, flautas o percusiones y además llevaban la batuta y voz cantante en bandas y las orquestas de los pueblos. Era frecuente que al ingresar en el servicio militar fueran reclutados para formar parte de las bandas de más prestigio de la época como la de Isabel II o San Quintín, e incluso poniendo en marcha algunas de ellas, como Ventura Bernal en Casasola de Arión (citado por Carlos en su comentario), Teodoro Perucha en Peñafiel o Simón de la Rosa (dulzainero de Herrín) en Villarramiel.

Otro caso singular fue el de Jacinto Sanz Ojero, quien procedente de Valladolid se trasladó a Osorno donde ejerció de dulzainero y director de la rondalla, y fue contratado en 1935 por la Academia Nacional de Música belga a fin de confeccionar “Aires y costumbres regionales de España”.

Detrás del repertorio del dulzainero antiguo se hallaban las costumbres y maneras de una sociedad con sus bailes mundanos y a su vez las danzas rituales o religiosas. Notorios dulzaineros fueron renombrados músicos de otros instrumentos como los acordeonistas Modesto Herrera de Piña de Esgueva o Antonino Quintana de Gatón de Campos, el guitarrista Agapito Marazuela o el panderetero Antonio Andrés, un dulzainero de Montealegre, al que se le rifaban las tunas que habían aparecido.

LOS BERNALES

Banda de Casasola de Arión (Valladolid) con Ventura Bernal de director. Foto: María Luisa Martín Bernal.

Los “Bernales” fueron una familia de músicos naturales de Adalia que además de los temas tradicionales llevaban un repertorio muy renovado para su tiempo en el ámbito de la dulzaina con obras de Garín, Vives o composiciones propias de Ventura o Fortunato como el pasodoble “Recuerdos” o un “Popurrí de Aires Regionales”.

Ventura y Fortunato Bernal con la Cofradía de Santa Águeda de Adalia (Valladolid). Foto: Mari Luz de Adalia.

Comienza la dinastía el dulzainero y violinista Lopé Bernal quien era muy amigo del maestro Tomás Mateo, director de la banda de Isabel II, quien había cursado sus estudios en Madrid.

Lopé era cuidador de viñas en la desaparecida ermita de Nuestra Señora de las Viñas y además regentaba el casino y cantina del pueblo, donde daba conciertos junto a su pariente el barbero Malaquías Primo2 Malaquías Primo San José (1881- 1943): Músico de Adalia que ejercía el oficio de barbero. Posteriormente se trasladó a Paredes de Nava a ocupar el puesto de dulzainero municipal acompañándole su hermano Fausto como redoblante. Y unos años más tarde, en 1906, emigró a Argentina. y sus hijos (Timoteo, Fortunato, Ventura y Jerónimo), y los domingos solían hacer el baile del concejo acompañados de flautas e instrumentos de cuerda.

Banda de Isabel II con el maestro Mateo y los Bernales aún niños. Foto: María Luisa Martín Bernal.

Los hijos de Lopé se incorporaron a la banda del maestro Mateo cuando aún eran unos niños y comenzaron su carrera musical siendo solicitados para fiestas de renombre como el baile de la piñata en Mota del Marqués celebrada en el casino durante el carnaval, algunas fiestas de águedas de la zona, o la fiesta de Santa Teresa de Alba de Tormes donde eran ajustados de un año para otro hasta que a Fortunato la salud se lo impidió. La muerte de Fortunato, también acabó con la continuidad de las danzas de palos y el trenzado de cintas de La Peregrina de Torrelobatón que posteriormente fueron recuperadas por Francisco Pérez y Fabricio Garrote. Nunca alardearon de su fama musical y con su desaparición se perdieron muchas melodías de la zona del Hornija.

LOS RODRÍGUEZ

Otra saga de dulzaineros que tocaban instrumentos de cuerda y viento fueron los Rodríguez de Aguilar de Campos. Los hijos de Macario Rodríguez3El último tamborilero en la provincia de Valladolid que tocó las danzas de palos de Tierra de Campos con flauta de tres agujeros y tamboril: Ventura, Felicísimo y Patricio, tenían formación musical, sabían solfeo y tocaban instrumentos de cuerda y viento con los que amenizaban los bailes del salón donde los “agarraos” se habían puesto de moda. Estos músicos tenían fama de poseer una excelente técnica y gran destreza en el manejo de la dulzaina o cualquier instrumento que cayera en manos. Ventura solía tocar en el salón violín y flautas y Felicísimo la guitarra, y además acostumbraban a hacer dúos de dulzaina.

Felicísimo se separa de sus hermanos al encontrar trabajo como cartero en Santas Martas (León). Junto a sus hijos recorrieron muchos pueblos de la provincia de León, Valladolid y parte de la de Palencia donde se les conocía como “los simines” ya que el primogénito también se llamaba Felicísimo. Por las noches les contrataban también como orquesta para tocar bailables con el padre a la guitarra, “Simín” al laúd y José Antonio a la batería, con gran acogida, puesto que Felicísimo, además de componer música, solía estar bien surtido de partituras de los temas de moda como boleros, fox, cumbias, etc.

Hermanos Rodríguez. Foto: José Antonio Rodríguez.

HERMÓGENES PÉREZ

Otro personaje interesante en este sentido fue Hermógenes Pérez “el cieguito” o “Alhigí”, dulzainero formado en Valladolid y uno de los últimos ciegos copleros de la provincia. Era natural de Villalpando, aunque vivió temporadas en Villalón y en otras localidades terracampinas donde interpretaba a finales del XIX «el baile más típico y antiguo de toda la Tierra de Campos conocido como el Cazurro» 4«Un dulzainero conocidísimo en Castilla, llamado Hermógenes, alias Alhigí me explicó como inventó una introducción tocando en Astudillo y Amusco donde estuvo contratado. Puesto el dulzainero y redoblante en medio de la plaza y junto a ellos un mozo de buena voz, canta la introducción que viene a ser una invitación al baile. Las parejas que han de salir a bailar se colocan en corro alrededor de estos. Bailan las coplas que cantan y tocan los dulzaineros al unísono, y al fin de cada copla o cantar toca solamente el dulzainero con su redoblante el estribillo, mientras las parejas corren en círculo bailando. Al terminar éste bailan quietos la segunda canción y así sucesivamente”. Gonzalo Castrillo Hernández. PUBLICACIONES TELLO TELLEZ DE MENESES, Nº 8. Trabajo Folklórico Castellano.. Decían que tocaba muy bien la dulzaina y algo el violín, y tenía la habilidad ser muy chistoso y ocurrente para cantar tonadas picantes y amorosas a las mozas y así ganarse la vida. Comenzaba con esta cuarteta:

Soy Hermógenes el ciego

que en Villalpando nací,

aprendí a dulzainero

y ahora toco el violín.

Esperanza Manrique

 Sobre Hermógenes también recogimos un testimonio de Esperanza Manrique (en enero de 2005 a la edad de 83 años), ya fallecida e hija del dulzainero de Morales de Campos, Bernardo Manrique. Esperanza contaba que Hermógenes se solía acompañar de otros dos “cieguitos” que iban a tocar a la plaza de Morales el día de la función y así sacar para comer, «eran dos cieguitos y uno que tocaba la caja» y su padre que les acompañaba tocando alguna pieza. La informante entonaba su pieza favorita, la pandereterita, que su padre tocaba con la «chifla» mientras su madre y ella la cantaban en el hogar.

EL TÍO ABDÓN

Y por último, mencionar que entre los escritos del padre Enrique Villalba (1877-1950), posiblemente muchos de ellos recogidos por su antecesor D. Álvaro Villalba Gobernado5D. Álvaro Villalba Gobernado, «escribiente» municipal del Ayuntamiento de Valladolid, era muy aficionado a la música y por ello sus cinco hijos, Juan, Enrique, Alberto, Marcelino y Remedios, fueron unos músicos religiosos ilustres y nunca reconocidos lo suficiente. A ellos les inculcó no solo la música religiosa sino también la profana y heredaron de él el amor al canto popular y las danzas y ritmos tradicionales que aparecen en muchas de sus composiciones., se encuentran estas dos anotaciones del tío Abdón un músico que tocaba el violín en Fuensaldaña en el siglo XIX:

Me ha dicho la Policromía: sabrosa es esta canción fandango añadiendo a una típica tonalidad el gracioso repiqueteo con que suele acompañar el tamboril. Le oí por primera vez al Tío Abdón, hombre muy particular y no de grandes aptitudes en el rasgueo del violín. Su origen es remotísimo y melódicamente asturiano o gallego. Fue dictada por el tío “Mamanzos” de Fuensaldaña en el año 1868 siendo su época en tiempo de vendimia.

El padre Enrique Villalba

Me lo dijo el tío Tomás: cantada por el inventor en Fuensaldaña el tío Tomás en 1851 y oída cantar al tío Abdón de quien fue tomada la anotación en 1891. Cuenta que esta sátira y picaresca canción se usó en un solo tiempo para cierta moza divertida en amores con un chaval de Cigales.

Y hasta aquí estos pequeños apuntes del mundo de la dulzaina en conexión con el violín en la provincia de Valladolid. Es un ejemplo más que deja patente que muchos instrumentos e instrumentistas participaban del repertorio popular, a pesar de los escasos testimonios que nos han llegado. Tal vez con la curiosidad que demuestran ahora jóvenes intérpretes y estudiosos podamos llegar a tener una visión más global del músico tradicional como un músico que se adaptaba a las necesidades dentro de su oficio y a sus constantes cambios.

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