Carlos Martínez Collantes

Carlos Martínez Collantes, acordeonista y pianista, componente de Los Hispanos. Edad: 94 años. Natural de Galleguillos de Campos.

Apenas sabía nada de Carlos y le conocí hace bien poco a través de su yerno Fermín Baeza. Ambos tuvieron la amabilidad de visitarme con el fin de charlar con Carlos para conocer algo acerca de la su dilatada experiencia como músico y sus andanzas por Tierra de Campos. Tras su visita quedé gratamente impresionado por su vitalidad y pasión por la música.

Carlos vino acompañado de su inseparable acordeón al que ha hecho pequeños apaños para adaptarlo a sus nonagenarias manos, no tan hábiles como antes, “con mis años se va todo deteriorando” y muestra un corchete que ha pegado sobre la nota DO para identificarla fácilmente. Casi al instante tenía ya colgado su acordeón y generosamente comenzó a entrelazar piezas de su repertorio para ilustrar mejor los recuerdos sobre su vida.  La primera de ellas se trata de una canción jocosa y muy antigua que se cantaba a las mozas, “Con el casorio, cuanto he soñado”, que dice se la enseñó un tal Sixto de Villacreces, “un pueblo donde no queda ni Dios” dice Carlos con cierta pena y donde tocaba en las fiestas contratado por Gregorio y su hermana “la Regina”. En Villacreces vivía todavía este señor Sixto, cantaba eso porque por las mañanas le gustaba beber y cantaba todas esas cosas claro:

Con el casorio, cuanto he soñado
Cuantos disgustos que me ha costado.

El día que yo me case, un burro me va a comprar
Y el burro de mi marido, buena parejita hará.

«El casorio», grabación realizada a Carlos Martínez de 94 años de edad por Rafael y Marta Gómez y Fermín Baeza, el 28 de diciembre de 2022.

La inquietud de Carlos por la música nació en el seno materno. El ambiente familiar donde la música fluía constantemente de los labios de su madre y la educación recibida hicieron de él una persona sensible y emotiva que vibra intensamente con todo lo que hace. Nació en una familia humilde, su padre era zapatero remendón y su abuelo fabricaba alforjas y mantas pues era tejedor de lino y estameñas. Tuvo seis hermanos, dos murieron de niños. Es la parte triste de su historia. En la España de principios de siglo, era un hecho demasiado común la mortalidad de niños recién nacidos y lactantes por la pobreza que imperaba. Cuenta con mucha pena que sus dos hermanos se murieron. «Entonces el médico dijo a mi madre que se tenía que morir un “chiguito” para que ella pudiera dar de mamar … . Yo lo sabía, lo estaba viendo, acunando al niño yo sabía que se iba a morir. Se les bautizó pero murieron los dos». 

Toda la vida se dedicó a la música tocando en varios grupos y orquestas de gran actividad en su época, ambientando jornadas festivas en casi la totalidad de pueblos de Tierra de Campos, mientras lo compaginaba con el oficio de zapatero que comenzó a la edad de doce años cuando falleció su madre. Yo era un artista en pequeña escala, lo he hecho todo, he trabajado para mi. Me lo he buscado con el acordeón, con la música, con la zapatería… Por los pueblos yo he buscado siempre trabajo con el acordeón. Era un trabajador y así he empezado.», nos dice Carlos orgulloso de sí mismo.

Para mi sorpresa me contó que había venido varias veces a tocar a mi pueblo: “…aquí en las danzas de Villafrades, ¡pues claro!, no tenían música, porque entonces pues, cantaban las canciones de las danzas, por ejemplo, la más bonita era El Cordón. Eran catorce partes las que componían el repertorio para ensayar con los palos. Ensayaba un señor que murió y vivía enfrente de la iglesia. Ensayábamos enfrente de la iglesia, el “hombrico” aquel y allí os acogía a todos sudando en las danzas, el calor, … El señor no sé cómo se llamaba, era el que estaba todo por complaceros a todos, al cura y a todos los componentes, ensayando de día y de noche (…) Aquí también en el salón del Sindicato, aquello estaba abarrotado, pero con un calor que tenía que poner en el amplificador un ventilador que yo idee para refrigerar el calor que desprendía. Un calor horroroso”.

Aunque lo que más le gusta a Carlos es el acordeón, hoy día toca el órgano en la iglesia durante los cultos religiosos para matar el gusanillo.

Qué bonita el acordeón
Cuando se la oye tocar
Más bonito es el amor
Cuando es puro y de verdad.

Canta, canta, canta y vuelve a cantar
Baila, baila, baila, baila sin parar.

«Qué bonita el acordeón», grabación realizada a Carlos Martínez de 94 años de edad por Rafael y Marta Gómez y Fermín Baeza, el 28 de diciembre de 2022.

Carlos Martínez Collantes

Fragmentos de la entrevista

Informante: Carlos Martínez Collantes.

Recopiladores: Rafael Gómez, Marta Gómez y Fermín Baeza.

Fecha: 28 de diciembre de 2022.

GR (Grixasalbas): ¿Cómo te llamas?

CM (Carlos Martínez): Carlos Martínez Collantes, para servir a Dios y a usted, cómo nos enseñaron nuestros padres. Ahora eso se acabó, ya no hay nada de eso porque la asignatura de cultura ya no queda nada más de lo que vemos. Yo he caminado siempre por el camino recto. Soy católico y no lo puedo negar, porque si no sería un fariseo.

GR: Háblanos de tus comienzos, ¿cómo y desde cuando te interesó la música?

CM: Pues viene de herencia. Me daba las notas mi madre, Agustina, y a mi madre del abuelo Valentín Tejedor, la música me llamaba al oído, DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI, DO, y entonces traduciendo: DOnde será tú hermosura, REsalada  encantadora, MI queridísima seductora, FAmosa al ver la pintura, SOLo por darte LA vida, daría yo el corazón, SI yo soy y siempre te estoy repitiendo DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI, DO. Así me lo enseñaba mi madre.

Estudié música, yo tenía oído. Compré dos métodos en Madrid del coronel Eslava, porque se murió mi madre y entonces yo quedé, pues mira, con doce años, y mi madre murió, claro y yo estudié los dos métodos de las canciones de la música.

Entonces, cuando se murió mi madre tuve que emprender el trabajo de la zapatería. Mi padre era zapatero de Vega de Ruiponce, el primer maestro era Macario, fue la primera casa donde aprendí a zapatero, y después ya en Galleguillos, pues fue otro zapatero y allí aprendió mi padre Porfirio de Vega de Ruiponce.

Me gustaba el organillo del piano del tío Justo, que está en la plaza, y le llevábamos en el carro, que no lo venden por ningún millón. Recuerdo que venían Los Chicharros, se llamaban así, que venían del extranjero y tocaban “La Lechera”, acompañados con una mujer que venía desnudita que actuaba en el alambre, y luego, en el descanso, decían: “quiero recordarles a ustedes que cada uno vive de su trabajo”, cómo queriendo decir que preparen el bolso. Algunos se marchaban por las callejas.

GR: ¿En qué grupos has tocado?

CM: He tenido tres orquestas. Yo he hecho de director con todo lo que yo sabía, podía y tenía y he sido consecuente y ha dado fruto mi trabajo. Los músicos eran de conservatorio. Con Melodías y Los Hispanos ensayábamos en Mayorga, el trompeta, saxofón y yo llevaba el bajo con el acordeón y después compré un órgano en Valladolid y me metí más a fondo con Los Hispanos. Terminábamos de ensayar y me decía Julián, el trompeta, ¿tienes alguna cosa preparada por ahí?, claro, yo me lo callaba porque sabían más, eran de conservatorio. Sí, sí, mira, fíjate que está sonando esta canción, ¿pues cómo es eso?, entonces cogía yo el papel, el pentagrama con la poca música que sabía, y ya salía la canción. Yo hice de director para todos, aunque tenían música de conservatorio, era el director con mis canciones. También toque con uno de Urones.

Cartel de Los Hispanos (Carlos a la derecha)

GR: ¿Cómo entraste en los Hispanos?

CM: El director era Eduardo de Valderas, me fue a buscar estando en Grajal tocando en una procesión con el acordeón y vino Juanín y la mujer: ¡Oye, Carlos, que queremos hablar contigo, que el organista se va a marchar porque su padre va a abrir un molino!, mentira, quería desunirse de la orquesta, y entonces desde Grajal que estaba tocando para una cofradía con el acordeón, para completar el número de la orquesta entré con Los Hispanos.

GR: ¿A qué pueblos has ido con ellos?

CM: En todos, empezando por Portugal, Galicia y todo lo demás. Los Hispanos, si no tenían que hacer se dedicaban haciendo adobes por eso les llamaban los adoberos. En tiempos perdidos en ratos libres para seguir en la orquesta. Toqué en Cisneros, premio nacional de danzas, dicen, el birria era un hombrico aquel, ¿se habrá muerto, ya?. En Gatón había una señora que me llamaba la atención iba delante de la procesión y al subir las escaleras se ponía de pie y se persignaba. Ya no había danzantes. En Villabaruz teníamos una vocalista de Dueñas muy salada, pero tenía un compañero muy verbenero. De Los Hispanos sólo vive Julián que está en una residencia. Cuando había que tocar la Marcha Real me acompañaban Julián y Dionisio, el caja, que eran muy religiosos. Llegamos a ser catorce componentes.

Toqué La Tantáriga que sonaba desde el plantío de Sahagún con el de la dulzaina o la pandereta, porque entonces se cantaba con la pandereta de dos en dos con una fila enorme por todo Sahagún.

GR: ¿Qué dulzaineros has conocido?

CM: Venían los músicos de Villavicencio que venían en un carro, y los chavales allí esperando, ¡cuándo vendrá la música! Después venía el Curro de Valdespino con dos dulzainas y Cirilo con la caja, ¡menuda la de Cirilo con la caja y yo con el acordeón en la fiesta de San Pedro en la Santa Espina! Y luego el señor Nemesio de Villalcón. Porque he estado por Villalcón el día 9, Nuestra Señora de las Angustias y tenía una hija que se llamaba Angustias. También un Juan (El Botas) de Villamañán que tocaba la caja.

GR: ¿Has compuesto alguna canción dedicada?

CM. Yo improvisaba y ponía letra. Algunas veces, cuando despierto en la cama por la mañana, aunque yo duermo bien, estás una hora o dos pensando en estas cosas y como tengo el bolígrafo a mano, ideo una canción y me levanto y lo primero que hago es escribirlo.
La que más me pedían era “Si me arrimo que me arrime”:

Si me arrimo que me arrime

Es la gracia del torero

Todo aquel que no se arrima

No cumple con su dinero…

GR: ¿Una pieza que tocáseis frecuentemente?

CM: La canción de D. Adolfo Magdaleno, director de la banda de Sahagún:

Que me ha dicho mi “agüela”
Que no coma perdiz
Porque me hacen las tripas
Con, drin, drin
Con, drin, drin

Que me ha dicho mi “agüela”
Que no coma pichón
Porque me hacen las tripas
Con, dron, dron
Con, dron, dron

GR: ¿Qué recuerdas de Villafrades?

CM: Veníamos la víspera y ensayamos allí fuera con el abuelito ese, que sabía todo, letra y música. Mientras estaba diciendo el señor cura la misa estabais ensayando bastante.

«Valseado de entrada a la Virgen», grabación realizada a Carlos Martínez de 94 años de edad por Rafael y Marta Gómez y Fermín Baeza, el 28 de diciembre de 2022.

Se tocaba fuera y como gustaba tanto el tono pues entrábamos a la iglesia. En la iglesia sonaba todo de maravilla, y el señor cura estaba al tanto yo, y el señor cura quería decir que siguiéramos porque estaba sonando aquello de maravilla (tararea y lo toca con el acordeón). Y venga sonaba aquello, y la gente (jalea) y aquello sonaba, y quietos, y quietos, interrumpía todo pero los gritos entraban en la iglesia sonado todo al ritmo la música, y el señor cura quería decir que siguiera porque se tocaba todo…».

Don Teódulo los tenía metidos en el puño, quiero decir que la gente del pueblo estaban dominados, la gente de Villafrades por D. Teódulo, porque se explicaba…, oh! Al tiempo después de la misa, por la tarde, nos decía: “…tenéis que subir a las bóvedas para recoger pichones para hacer una merienda (…) ¡Que tenéis pocos pichones, hay que coger más! Lo que quería es hacer bien, dar. En Villafrades, todo bueno.

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Los Hispanos (Carlos al bombo) acompañando la danza de Villafrades

GR: ¿Te acuerdas de la otra musiquilla que tocabais en el pasacalles?

CM: Sí, sí, la tía Pascuala:

Ha reñido la tía Pascuala
Con la hija de la tía Modesta
Porque las dos querían la cresta
La cresta del gallo que es colorada
Ahhhhh…

 y seguía el tamboril.

«Pasacalles de la tía Pascuala», grabación realizada a Carlos Martínez de 94 años de edad por Rafael y Marta Gómez y Fermín Baeza, el 28 de diciembre de 2022.

GR: Para terminar, ¿alguna anécdota?

CM: Una vez, en Melgar de Abajo, me denunciaron: “…A ver ese músico que no tiene contrato”, bueno, a denunciarme, “porque con el contrato de la música tiene que venir el permiso, y con el permiso, tiene que venir el contrato”  y entonces me denunciaron y yo me libré ya por el presidente de la diputación de Palencia que se llamaba D. Víctor Fragoso del Toro, y por el más rico del pueblo, amigo del abuelo Baltasar, y por mediación de todas esas cosas se rompieron los papeles. Y cuando vinieron los guardias decía el alcalde: “este señor no tiene contrato porque este señor viene a alegrar los corazones”. ¡Mentira! porque algo me daban. Y quedaba el papel roto. Me libré por tres veces.

A lo largo de la velada escuchamos a Carlos algunas canciones de su repertorio; muchas de ellas de las que entonces estaban de moda de alguna zarzuela, pasodoble, etc. “entonces, cuando yo era niño se tocaba la Carrascosa”, nos apunta. De sus raíces musicales que como dice, le vienen de su madre, y buen oído, alguna canción infantil y otras muy populares por la zona de las faenas del campo. Del repertorio de Villafrades le tarareo algunos lazos y los recuerda todos bastante bien, aunque repite una letrilla que nunca hemos escuchado aquí “…y la que va en el medio hija de un capitán”.

En definitiva, pasamos una agradable velada con Carlos, un portento de memoria con sus cerca de 95 años. Todo un lujo poder disfrutar de sus historias, sus vivencias y sus dotes como músico. Hombre de gran versatilidad: pianista, acordeonista y zapatero. Todo un personaje y una gran persona.

¡Gracias Carlos por compartirnos tu sabiduría y por tu generosidad!

Rafael Gómez, Carlos Martínez y su yerno Fermín Baeza.
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