El patrimonio documental que se esconde en los archivos a veces te sorprende gratamente y produce enormes satisfacciones como el caso de este desconocido militar, destacado en acciones de guerra, donde dio a conocer su valor y arrojo. Digno protagonista de una novela histórica, desde hoy forma parte de los personajes sobresalientes de mis historias y rinde mayores honores, utilizando jerga militar, a una familia villafradeña que dio a la patria hijos tan valerosos como el Húsar Tiburcio o nuestro biografiado, su hermano, Fernando Fernández.
Me emocionó leer sendas cartas de María Maroto, la primera dirigida al Ayuntamiento de Astorga y la segunda al Inspector General de Caballería, a través de las cuales solicitaba acreditación de los buenos servicios prestados a la patria por parte de sus hijos Tiburcio y Fernando. Conmovedoras misivas de una viuda labradora que trabajó a lo largo de su vida sin descanso para sacar adelante a sus nueve hijos, y cuya principal inquietud, pocos años antes de morir, fue poder conseguir el “preciado testimonio” como ella dice, que hiciese constar la buena conducta y excelentes servicios a la patria de sus hijos. Hermoso detalle el de esta madre que me ha motivado a realizar esta humilde semblanza de su hijo Fernando.
Cartas de María Maroto solicitando los buenos servicios de sus hijos Tiburcio y Fernando
La vida de Fernando discurre en un periodo de crisis política que se incuba durante el reinado de Carlos IV y desencadena con la Revolución francesa en 1789. España se ve arrastrada a las guerras contra Inglaterra cuyo saldo vino a ser la pérdida de la flota en Trafalgar; la traición napoleónica con la guerra de la Independencia; y la emancipación de Hispanoamérica.
En su pueblo, Villafrades, el porvenir estaba muy condicionado por derechos señoriales de los benedictinos y las familias de agricultores y ganaderos hacendados (Villagómez, Escobar, Giraldo, Martín…) quienes dominarán la vida de la villa y ostentan los cargos concejiles más importantes. Había escuela pública donde el maestro de primeras letras, por razón de su asistencia y la buena educación que daba a los niños, recibía parte de su salario del hospital de los Santos y se completaba con la aportación de unas cargas de trigo por parte de cada familia. Todo esto contribuiría a que algunos jóvenes se acabasen ganando la vida fuera de su pueblo en distintos ámbitos sociales. Es el caso de los hermanos Fernández (Fernando, Juan y Tiburcio) en el ejército; los hermanos Herrero (Lucas y Matías) en la abogacía de la Real Chancillería; o Manuel del Pino chantre y deán en la catedral de Valladolid.
PRIMEROS AÑOS
Fernando Fernández Maroto nació en Villafrades de Campos el 23 de mayo de 1772. Fue el segundo de los nueve hijos que tuvieron Pedro Fernández y María Maroto. Lamentablemente algunos murieron siendo niños y solo Antonio, clérigo; José, labrador; y Fernando, Juan y Tiburcio que se tuvieron que alistar en el ejército y siguieron la carrera militar, pudieron sobrevivir a esa época de hambrunas y malas cosechas. Las epidemias que sacudieron a la villa a finales del siglo XVIII causaron alguna mortandad entre los párvulos y así, vemos como sus hermanos María Rosa y Petra fallecen al poco de nacer, y María y Vicente cuando ya eran mozuelos y habían sido confirmados.
Fue bautizado el día 28 de mayo en la Iglesia de San Juan Evangelista, hijuela de la parroquial de Santa María de Grixas Albas, por su tío D. Antonio Maroto, presbítero y teniente beneficiado de la villa. Nieto por la parte paterna de Antonio Fernández y de María Blanco, vecinos de Villerías (obispado de Palencia), y por la materna de Bernardo Maroto y de doña María Ruiz Bomba, vecinos de la villa. Fueron sus padrinos D. Vicente Blanco, presbítero beneficiado preste de dicha villa de Villerías, y Juana Giraldo mujer de Isidro Martínez vecinos de Herrín. Se le dio por abogados a San Vicente Ferrer y a Santa Bárbara. Fueron testigos D. Franco del Río y D. Francisco Prieto, también presbíteros. Lo firman su tío Antonio Maroto y el cura párroco D. Mateo González Franco Baeza. (Libro 3º de bautismos, folio 320). A los seis años es confirmado por obispo de León D. Cayetano Antonio Cuadrillero en el mes de septiembre de 1778 junto a sus hermanos José, Antonio y María.
Descendía de una familia de labradores que residía en una casa del barrio de San Juan que sus padres habían construido en 1773. Cuando fallece Pedro Fernández, en el año 1806, hace constar en su testamento que aún debía a su mujer parte del dinero que había pedido prestado para edificar la casa donde viven: “…doce doblones de a ochos, cinco cargas de trigo y tres de cebada que trajo de Palencia, dádiva de D. José Urbaneja canónigo de dicha ciudad y fue para ayuda de pinar la casa en donde vivimos”.
Pedro Fernández, natural de Villerías, y María Maroto, natural de Villafrades, contrajeron matrimonio en febrero de 1770. Ambos eran personas muy religiosas con varios familiares eclesiásticos. Es muy interesante un documento existente sobre la dote de Bernardo Maroto a su hija María “para ayuda de llevar las cargas del matrimonio” en bienes muebles y raíces, que comprende un rico ajuar de ropajes para María y algunas tierras en Herrín que les ayuden en sus inicios matrimoniales. Con este pequeño lote de tierras (doce cuartas de segunda calidad, sesenta y cinco de tercera, y una cuarta de era) salía la familia adelante. Sus padres vivieron modestamente, pero dieron una buena educación escolar y formación a todos sus hijos.
Fernando dedicó parte de su juventud a ayudar a su padre en las tareas del campo. La condición del pequeño labrador era casi miserable, suponía vivir al día con las pocas tierras y subsistir a base de los pequeños préstamos que obtenía para la siembra. En el libro del Real Pósito figuran varias peticiones de Pedro Fernández, hasta su fallecimiento en 1805, y posteriormente María Maroto (ya viuda), o Tiburcio de varias fanegas de trigo para ayuda de la sementera.
A la edad de veinte años nuestro personaje decide abandonar el hogar familiar, emprender la carrera militar y alistarse en el ejército.
CARRERA MILITAR
EN LA GUERRA DE LOS PIRINEOS
Ingresó en el ejército el 10 de mayo de 1793 como voluntario en el Regimiento de Caballería del Rey. Posiblemente influenciado por una campaña patriótica para que la guerra contara con el apoyo popular y en defensa de la religión y de la monarquía. Se alista en el ejército de Cataluña, durante la guerra de la Convención o de los Pirineos, también conocida como la Guerra del Rosellón, el 12 de julio de 1794. Forma parte de un ejército que contaba con más de 60.000 hombres valerosos y decididos, pero según L. Pericot, “…faltaba la disciplina militar a buena parte de ellos, por estar acaudillados por jefes más cortesanos que guerreros” . Permanecerá allí hasta la Paz de Basilea, 22 de julio de 1795, que ponía fin a la guerra entre Francia y España, por la que los franceses devolvían los territorios ocupados y a cambio obtuvieron la isla de Santo Domingo.
En este escenario tan hostil hizo sus primeras incursiones el joven Fernando a las órdenes de D. Luis Fermín de Carvajal, conde de la Unión, quien acababa de hacerse cargo del Ejército de Cataluña por fallecimiento del general Ricardos. Estuvo en primera línea el 13 de agosto de 1794 en el campo de Cantallops, un municipio de la comarca del alto Ampurdán en la provincia de Gerona, en lo que se conoce por la batalla de San Lorenzo de Muga. El conde decidió realizar un ataque contra las fuerzas francesas e intentó distraerles con seis asaltos contra los campamentos de los lugares de Manresa, Vilarroja, Cantallops, y el paso fronterizo de Coll de Banyuls. El verdadero ataque era contra el lugar de San Lorenzo de la Muga donde debía reunirse la mayor parte del contingente a los 6.000 somatenes y apoderarse de la Real Fundición donde se fabricaban balas de cañón y municiones . Murieron 800 franceses, incluido el general Guillaume Mirabel, y las bajas españolas fueron de 1.400 soldados muertos, centenares de heridos y desaparecidos.
Participó también durante las aciagas jornadas del 17 y 20 de noviembre de ese mismo año, en lo que algunos cronistas consideran como uno de los sucesos de más difícil explicación de la historia de España, en la batalla de Figueras. Los franceses sitiaron la plaza que estaba guarnecida y defendida con fuerzas abundantes, pero inexplicablemente se entregó sin resistencia al general francés Pérignon. Algunos de los combatientes se refugiaron en el castillo al mando del brigadier Andrés de Torres, quien había pedido ser reemplazado por no sentirse apto para defender la plaza. El 27 de noviembre, se rindió con toda la guarnición de 9 000 soldados y las 171 piezas de artillería cayeron en manos francesas. Aunque se apunta a que fue una vergonzosa capitulación sin batalla que dio lugar a un largo proceso posterior a la finalización del conflicto, durante la misma, los franceses tuvieron 3 000 bajas de los 35.000 comprometidos. Las pérdidas hispano-lusas fueron 10 000 entre muertos, heridos y desaparecidos, de un total de 45 000 hombres.
Fernández luchó el 14 de junio de 1795 en la batalla de Báscara, municipio situado a quince millas de Girona, donde el mando francés Joseph Schérer fue derrotado por el nuevo capitán general de Cataluña D. José Urrutia. Mientras el ejército francés se encontraba en una expedición de forrajeo, Urrutia creyó que su ejército estaba siendo atacado, y tras reunir rápidamente a sus tropas obligó a los franceses a retirarse. Las bajas españolas fueron 546 por los 2.500 franceses y cuatro cañones.
En estas refriegas conoció Fernando al Marqués de la Romana, en la batalla del Castillo de Pontós, quien había dejado la Armada Real y se había pasado al ejército como coronel a las órdenes de su tío el general Ventura Caro. El 11 de junio, en una incursión realizada por el Marqués de la Romana, que dio como resultado la captura por los españoles del citado castillo y la derrota de los franceses. Fernando promocionó dentro del ejército, ascendido a cabo el 12 de agosto de 1795 y sargento segundo el 13 mayo 1805.
EXPEDICIÓN A DINAMARCA CON EL MARQUÉS DE LA ROMANA
Fernando tomó parte en el ejército que fue a la Expedición del Norte a las órdenes del Marqués de la Romana. El 5 de febrero de 1807, Godoy comunicaba a Napoleón que la Corte española ponía a su disposición un ejército de 14.000 hombres como ayuda para proteger las costas danesas de desembarcos británicos, formado de tres columnas, que marchaban para unirse al cuerpo de ejército francés que mandaba el mariscal Brune. Fernando y sus compañeros de caballería de línea del Rey (670 hombres y 540 caballos) entraron en Francia por Irún el 30 de mayo de 1807.
En Francia las tropas españolas se dirigieron hacia Maguncia, tras atravesar el país por Lyon y Besançon. De ahí pasaron a la Alemania superior, llegaron a Hannover el 10 de julio, y acamparon en las inmediaciones de Hamburgo a primeros de agosto donde se reunieron los diferentes ejércitos. Sería su primera prueba de fuego el 24 de agosto de 1807 en el asedio y batalla de Stralsund una ciudad hanseática del estado federado de Mecklemburgo, en la Pomerania Occidental que entonces pertenecía a Suecia. Los cuerpos libres del capitán prusiano Ferdinand von Schill, héroe de la resistencia alemana, promovían una insurrección patriótica contra los franceses que Napoleón cortó de raíz. El comportamiento durante el mismo de las tropas de La Romana fue alabado por los generales franceses.
Avanzaron hacia Dinamarca, la expedición se dirigió a la ciudad de Nyborg y fijó la residencia en la isla de Fionia y la Jutlandia danesa, donde formaban una fuerza de vigilancia y observación desplegándose por toda la costa ante la amenaza de los desembarcos y ataques de la Royal Navy. Durante esta guerra, también llamada de la Cuarta Coalición, el regimiento de Fernando participa en las defensas de Kolding y Mariager dos localidades de la región de la Justlandia danesa. Las tropas españolas se disponían a prestar juramento al rey José Bonaparte, al tiempo que esperaban la orden de invadir Suecia, pero al tener noticias los soldados de la invasión francesa en España, y los fusilamientos del 2 de mayo, se niegan a prestar tal juramento a Napoleón, negándose la ayuda al general J.B. Bernadotte. Allí les sorprendió el levantamiento de 1808 acantonados en Aarhus.
Permanecieron hasta que el marqués de La Romana recibe una carta, del Consejo de Castilla, solicitándole ayuda de su valeroso ejército: “…a nombre de la Nación llama a V.E. y a las tropas de su mando para que inmediatamente vengan a la defensa de su Patria. Tenemos alianza con la noble nación inglesa, cuya generosidad nos ha franqueado socorros de toda especie. Las escuadras de esta bizarra nación podrán conducir a V.E. y a sus tropas. Sabe el consejo y saben todos el patriotismo de V.E. y por lo mismo se espera con ansia ver la persona de V.E. en España con su valeroso ejército. Dios guarde a V.E. muchos años Madrid 1º de septiembre de 1808”.
La expedición se transformó entonces en un ejército rebelde que intentaba escapar con la ayuda de los ingleses. Sin embargo, estos no tienen suficiente número de buques con que poder auxiliarles, y se apoderan a la fuerza de los daneses que había en el puerto de Nyborg. El regimiento de caballería del Rey, que estaba en Arhus bajo el mando del coronel Joaquín de la Lastra, se vieron obligados a engañar a los habitantes de la ciudad diciendoles que habían recibido orden de pasar a la isla de Fiona a contener a las tropas españolas que estaban sublevadas unas con otras y que para ir mas pronto necesitaban barcos y para garantizar ser cierto dejaban los caballos en las cuadras y dentro de tres días volverían por ellos. Se embarcaron rumbo a Nyborg, no estaban muy adentro del mar cuando los franceses se enteraron y les hicieron fuego desde la plaza, pero ya estaban lejos del alcance de sus municiones.
Llegaron a Nyborg y se embarcaron el día 12 de septiembre de 1808 para regresar a España. La expedición llegó a Santander el día 9 de octubre, entre el gozo y lágrimas del vecindario que corrían a abrazarlos y lamentando ver desmontados a los de caballería por haber sido preciso matar sus caballos al tiempo del embarque. Los expedicionarios fueron condecorados con la “Estrella del Norte”. Fernando había ascendido durante esta expedición a sargento segundo el 13 de mayo de 1805.
EN EL EJÉRCITO DE EXTREMADURA Y LAS GRANDES BATALLAS DE TALAVERA Y OCAÑA
Desde el mismo día del desembarco combatió por parte del ejército de Extremadura en la guerra contra los franceses, en el ataque de Talavera del 27 y 28 de julio de 1809. Esta batalla que aconteció en las inmediaciones de la población, en el ángulo que forma la confluencia de los ríos Alberche y Tajo, enfrentó a los ejércitos aliados de Reino Unido y España contra los napoleónicos. Significó un éxito de los primeros recibiendo, por sus méritos en la batalla, Arthur Wellesley los títulos de vizconde de Wellington y vizconde de Talavera de la Reina y al general Cuesta la gran Cruz de la Orden de Carlos III por parte, de la Junta Central de Defensa.
La carga de caballería del regimiento de Fernando fue una acción memorable y de las más brillantes de la historia militar española, cayó de improviso sobre la división de Leval y arrasó a los enemigos obligándoles a huir. Eran poco más de las doce del mediodía, del día 28, cuando el general Sebastiani se lanzó sobre el centro de las tropas españolas por el sitio que se unían la línea española y la inglesa con el objetivo de apoderarse de esta batería. En aquel momento el regimiento de Caballería del Rey dio una impetuosa carga, desconcertando a los franceses que perdieron en la refriega diez cañones. En este choque, que se desarrolló en el paraje del Bosque, el regimiento del Rey perdió 74 soldados y 6 oficiales. Fernando, junto a su coronel José María de Lastres, resultó herido cuando su regimiento rechazaba y perseguía a los enemigos. Se distinguió también de modo extraordinario el teniente coronel don Rafael Valparda que por la circunstancia anterior había tomado el mando del regimiento. Las pérdidas de los beligerantes fueron las siguientes: 7 389 hombres con 17 cañones, los franceses; 6 268 los ingleses, y 1 200 los españoles. En el primer parte de guerra el general Gregorio de la Cuesta, elogia el comportamiento de Fernando y sus compañeros: “…El regimiento del Rey, particularmente se ha cubierto de gloria les ha tomado algunos cañones en concurrencia con los ingleses, un general, un coronel, y varios oficiales prisioneros. Sin embargo, de que me reservo hablar de los demás para premio de los que se han distinguido, pido desde ahora que su coronel el brigadier D. José María de Lastres sea promovido a mariscal de campo por haber atacado a la cabeza de su regimiento, dando el mejor ejemplo” .
Después de su curación volvió al ejército y se participó en el desalojo francés de los pueblos de Camuñas, Villatobas, y Villarrubia de Ocaña; y en el ataque de Mora. Había ascendido por méritos a sargento primero el 13 marzo 1809, y graduado alférez 12 agosto del mismo año.
Según su hoja de servicio, Fernando estuvo en la primera línea en el ataque de Ocaña en los días 18 y 19 de noviembre del mismo año en uno de los enfrentamientos militares más importantes de la guerra de la Independencia Española. En este municipio toledano se enfrentó a un ejército francés de unos 40 000 infantes, 6 000 caballos y numerosa artillería al mando del rey José Bonaparte y el mariscal Soult, con otro español de unos 51 869 hombres, de los cuales 5 766 eran de caballería, con 55 piezas de artillería al mando del general Aréizaga. Finalizó con la victoria de los franceses y significó la mayor derrota del ejército español que perdió cerca de 19 000 hombres. Las consecuencias estratégicas de aquella derrota fueron devastadoras porque el sur de España se encontró sin fuerzas defensivas. El enfrentamiento provocó la mayor lucha de caballería que tuvo lugar durante toda la Guerra Peninsular. Algunos historiadores opinan que la condición de la caballería era particularmente vergonzosa; como huyeron sin luchar, sus pérdidas no representan a los prisioneros, en su mayor parte, sino a meros fugitivos que nunca regresaron a sus unidades. No parece ser el caso de la Caballería del Rey, al mando del general Juan Carlos de Aréizaga, a los que les fueron concedida la Cruz conmemorativa de la batalla el 19 de noviembre de 1809.
RETIRADA A LA ISLA LEÓN Y CONDADO DE NIEBLA
El desastre de Ocaña, provocó que parte del fragmentado ejército español se replegase a la zona costera de las provincias de Huelva y Cádiz. Fernando pasó a segunda línea y verificó su retirada a la Isla de León en la bahía de Cádiz que era protagonista de la vida política española al ser, junto a Cádiz, el único territorio de la España peninsular no ocupado por los franceses. Allí se había trasladado desde Sevilla la Junta Suprema del Consejo de Regencia el 31 de enero de 1810 y las tropas del cuarto ejército de Extremadura que se encargaban de esta zona, el campo de Gibraltar y el Condado de Niebla.
En abril de 1810 solicita al marqués del Palacio y al marqués de Cartela capitán de la compañía de alabarderos, donde estaba su hermano Juan, se sirva concederle la gracia y ser admitido en su compañía como guardia alabardero mediante el buen informe de su jefe D. Rafael de Valparda. Parece que fue admitido en uno provisional. En el citado Condado de Niebla es destinado en agosto de 1810. Era la principal base francesa del sur de la península y participa en acción de combate en distintos frentes. Está presente en la acción del 16 y 17 de septiembre en Trigueros; en la del 16 de enero de 1811 en San Bartolomé de la Torre y el 25 de junio en la Villanueva de los Castillejos bajo las órdenes del teniente coronel Ángel Briones defendiendo a estas poblaciones de las requisas y expolios donde también hacía de las suyas el general Morillo al mando de una guerrilla.
BATALLA DE LA ALBUERA
Hombre que no se amedrentaba ante retos importantes, a juzgar por su participación en grandes batallas, se incorpora en la expedición del mando del señor D. Joaquín Maté y asistió a la gloriosa y memorable batalla de la Albuera que se libró el 16 de mayo del mismo año. Las fuerzas anglo-portuguesas quedaron al mando del mariscal Sir William Beresford; y las españolas estuvieron bajo el mando del general Joaquín Blake. La batalla terminó con un resultado indeciso después de un baño de sangre. La caballería polaca de Soult había destruido toda una brigada británica. Los españoles habían repelido uno de los mayores ataques de infantería de la guerra causando graves pérdidas a los franceses. Los franceses admitieron pérdidas cifradas en 6 000 hombres, aunque probablemente las bajas estarían entre los 7 000 y 8 000. Los británicos perdieron 4 100, los portugueses 400 y los españoles 1 400 hombres. Ambos bandos se atribuyeron la victoria.
PRISIONERO EN FRANCIA
Tras lo de Albuera, el día 18 de mayo, el mariscal Soult inició la vuelta hacia Andalucía, de donde había partido, sin ser estorbado. Llevaba la protección muy eficaz de su caballería. La caballería española, comandada por Penne-Villemur, hostigaba su retaguardia, pero poco más hizo que capturar a algunos rezagados. El mariscal Soult se quedó en Llerena y el resto del ejército en Villagarcía y Usagre. Posiblemente en uno de estos episodios sucediera el ataque de Aljaraque donde participa Fernando antes de embarcarse en Ayamonte en una expedición que desembarcó en América en 30 de julio del mismo año en el lugar de Mara, un municipio del estado de Zulia en Venezuela, donde fue hecho prisionero de guerra y trasladado a Francia donde estuvo dos años y ocho meses.
Tras ser puesto en libertad por el gobierno francés para regresar a España, quiere volver a ser útil y trabajar. En su pueblo la hacienda familiar había venido a menos desde la muerte de su padre y posterior fusilamiento de su hermano Tiburcio por los franceses en Astorga. Como consecuencia de todo lo anterior, se presenta en Madrid en 10 de junio de 1814 al señor subinspector general de la caballería de Borbón, D. Juan Casquero, un bizarro militar ejemplo de disciplina y valor a quien solicita plaza si hubiere en dicho cuerpo.
Igualmente solicita al coronel D. Rafael Valparda del Regimiento del Rey, su antiguo mando y principal valedor: “…habiendo regresado a esta plaza ha sido santificado por el Consejo de Guerra de Purificaciones establecido en ella, como consta por la adjunta certificación que acompaña en esta atención. A.V.M. rendidamente suplica se digne concederle el relies y habilitación de su empleo gracia que espera merecer de la benigna piedad de V-M. Madrid 13 de julio de 1814. Firmado: Fernando Fernández”. Lo considera capaz de ocupar la vacante que de su clase había en el citado cuerpo y mansa instancia en solicitud de que su majestad se digne el relieve y habilitación de su empleo. Con 42 años tenía pocas posibilidades de ser aceptado.
El 13 de agosto de 1814 solicita a D Ramón de Villalba y avalado por los informes de D. Rafael Valparda que: “…se digne concederle la Administración de Rentas de la villa de Roa en la provincia de Burgos que dice se halla vacante en la actualidad y espero que V. E se sirva darle la dirección a que es acreedor, tanto en vista de los servicios que tiene contraídos como lo expresa la adjunta filiación que acompaño, como por su buena conducta, aplicación y demás cualidades que me lo hacen considerar acreedor al logro de esta solicitud”.
EN AMERICA GUERRA DE VENEZUELA Y MUERTE
Poco más sabemos de Fernando salvo lo que dice en la instancia que dirige su madre, María Maroto, al Inspector General de Caballería, el 31 de mayo de 1821, solicitando una hoja que acredite la buena conducta y distinguidos servicios a la patria de su hijo Fernando. En ella dice que pasa a continuar sus prestaciones en la guerra de América en agosto de 1814 y que murió el 27 de diciembre de 1815 en la plaza de la Guaira.
Al finalizar la guerra en España el rey Fernando VII, restituido en su condición de monarca, decide enviar un contingente a Venezuela, denominado “Expedición de Costa Firme” con el objetivo de sofocar la rebelión emancipadora que se gestaba en las colonias americanas orquestada por Simón Bolívar y consolidar su hegemonía en Venezuela y Nueva Granada. Es muy probable que Fernando se embarque en esta expedición capitaneada por Pablo Morillo, con quien había coincidido en Extremadura y la Guerra del Rosellón. El 14 de agosto de 1814 recibe Morillo su nombramiento oficial como comandante de la expedición y capitán de las provincias de Venezuela.
El 17 de febrero de 1815 sale la expedición, desde Cádiz, compuesta por 500 oficiales y 10 000 soldados de tropa distribuidos en 6 regimientos de infantería, así como unidades de caballería, ingeniería, artillería y servicios. Arribó a la isla de Margarita el 7 de abril de 1815 y poco después llegó al puerto de La Guaira la flota española de Pablo Morillo con cerca de 85 buques para abastecerse de alimentos y municiones destinados a la reconquista del virreinato de la Nueva Granada.
En los cuarteles de esta ciudad, en la que Simón Bolívar poco tiempo antes había ordenado el asesinato de cientos de españoles, incluidos los enfermos del hospital (decreto de Guerra a Muerte) , quedó Morillo algunos soldados (cerca de 6 000 en todo Venezuela), pues la guerra no dejaba de desarrollarse en lugares puntuales en esos últimos meses de 1815 con numerosas refriegas entre las guerrillas libertadoras y las tropas de Morillo que quedaron en territorio venezolano.
En las postrimerías del año un hecho importante daría nuevos bríos a las tropas independentistas. El asedio el 6 de diciembre a Cartagena de Indias por las tropas de Morillo que duró 105 días, provocó que el 15 de diciembre los isleños de Margarita, dirigidos por Arismendi, se revelaron masivamente contra Morillo y se recrudecen las acciones de los patriotas venezolanos a favor de la independencia contra las tropas que Morillo había dejado en Venezuela. Es fácil suponer que en una de estas acciones que se dieron en la plaza de La Guaira perdiera la vida el bravo soldado villafradeño Fernando Fernández el día 27 de diciembre de 1815.
Vaya pues nuestro afectuoso homenaje a la figura de este valeroso personaje.
Nota de portada: Composición propia basada en el óleo de Ferrer Dalmau «Carga del Regimiento de Caballería de Línea España en la batalla de Bailén», y el escudo del Regimiento de Caballería Milán.
Fuentes:
– Archivos históricos, diocesanos, militares, municipales y hemeroteca
– «Historia de España». Instituto Gallach. Luis Pericot García
– Wikipedia
– Caballipedia
– Arrecaballo.es
– El Rincón de Byron