El Corral de Boteros, Casa Ladis y los Belenes

La llegada de la Navidad da comienzo con el encendido de la iluminación navideña y los tradicionales belenes. Hemos aprovechado estos días para visitar alguno de ellos y nos ha llamado especialmente la atención la exposición del maestro belenista José María Villa Gil, que se encuentra en la iglesia de las Angustias de Valladolid, inspirada en ambientes vallisoletanos de principios del siglo XX o finales del anterior.

Varios dioramas de los siete que componen la exposición nos encandilaron, pero especialmente uno que recreaba la plaza de la Rinconada y el famoso Corral de Boteros, ha sido lo que me ha impulsado a escribir estas líneas como agradecimiento a este maestro que comenzó a montar belenes hace veintitrés años. José María Villa, que es miembro de las Asociaciones Belenistas de Valladolid y Madrid, tiene muchos lazos con la Tierra de Campos. Ya en años anteriores ambientó una de sus obras titulada «Nacimiento en Tierra de Campos» en un pueblo castellano que plasmaba escenas de palomares, tapiales, casas de barro…

Palomar de Tierra de Campos. Recreación de José María Gil. Exposición Belenes, Caja Rural de Zamora, 2022. Foto Zamora Ya.

También nos agradó enormemente la recreación del mencionado Corral de Boteros por el gran sabor villafradeño que atesora, pues no en vano allí estuvo establecido nuestro paisano Ladislao Ramos con su cantina o fonda “Casa Ladis” que era lugar frecuentado por los vecinos de mi pueblo cuando se allegaban a la capital. El alcalde don Manolo, las danzantas del grupo de la Sección Femenina o aquel que fuese a hacer gestiones a la capital, no sólo de Villafrades, sino también de los pueblos circundantes era bienvenido. Allí comenzaron como empleados mis tíos Mateo y Constantina, «Tina», que luego se establecieron por su cuenta y regentaron durante largos años su propio negocio en la calle de la Pasión, «Casa Mateo».

De los corrales de oficios nacidos tras el pavoroso incendio que asoló la ciudad de Valladolid en 1561, es digno de mencionar el de los boteros donde trabajaban estos artesanos en la fabricación de botas y corambres en los bajos y soportales del propio corral. Era también un lugar frecuentado por gentes de dudosa reputación que le dieron mala fama y donde se producían habituales refriegas y escándalos públicos; por eso en 1863 se le concede el título de calle, por la mala fama en la que había caído, pero a pesar de ello para los vallisoletanos seguía siendo el Corral de Boteros.

Estos viejos e insalubres corrales perdieron su sentido cuando los artesanos se fueron a otros lugares más alejados del centro de la ciudad y en Boteros se establecieron algunos vinateros y expendedores de vinos cómo D. Nemesio Montero que vendía a sus parroquianos los más “puros y buenos caldos” de las más acreditadas haciendas de Valladolid y otros vinos finos del país. Su estrella era el clarete superior “al pie de la cuba”.

A principios del siglo XX se improvisaban bailes de dulzaina en alguna festividad, sobre todo durante las verbenas de las fiestas del Salvador en las calles más importantes del barrio: Enrique IV, Teresa Gil, Gallegos, y el dicho corral donde tocaban los maestros Ángel Velasco y Esteban de Pablo.

Los vecinos de Boteros se quejaban con frecuencia al alcalde de barrio de los nauseabundos olores que despedían las alcantarillas y albañales cuyas aguas se convertían en foco de enfermedades infecciosas. Seguía siendo un corral con soportales mugrientos donde también había alguna posada que, daba título el propio corral, caballerizas, y una bodega frecuentada por limpiabotas (como el conocido «Pirula»), charlatanes, barrenderos, etc.  Allí vivió la popular Teresa Hernández quien disparó un tiro a su marido el banderillero Faustino Gómez porque se oponía a que trabajase como figurante en una obra del teatro.

Así lo describe D. Francisco Cossío en 1926: “El lóbrego callejón algunas veces quiere atraer un poco. Pero es siempre a los tipos populares de cántaro a la cintura o gorra de visera: el coro de sainete que perpendicularmente se representa en el corral, ante los balcones cerrados a piedra y lodo balcones no practicables, ávidos de aire y sol, de alegría. Balcones melancólicos, porque han perdido para siempre las esperanzas de colgaduras. Todo está en su sitio, de un modo permanente e inmutable, en el corral de Boteros, todo menos los boteros que le dieron nombre. Estos se fueron para no volver”1FRANCISCO DE COSSIO. “El Corral de Boteros”. El Norte de Castilla 6 de enero de 1926..

A este corral llevó la cocina villafradeña a la mesa de su fonda Ladislao Ramos quien regentó “Casa Ladis” desde los años treinta hasta bien avanzados los cincuenta y donde acudían arrieros maragatos que hacían la ruta del pescado del Cantábrico a Valladolid, mercaderes de otras latitudes, o los aguadores de la Fuente Dorada. Allí tenía la sede también algún servicio de recaderos a Madrid, pues Ladis tenía buenos contactos con los queseros madrileños.

Foto: Grupo Pinciano.

No fue Boteros lugar donde acudiesen las personas distinguidas de clases sociales elevadas, pero sí consiguió cierta fama entre los militares y gentes de la provincia. La figonera Amalia, esposa de Ladis que de pequeña fue agraciada por el último milagro atribuido a la Virgen de las Nieves2En la iglesia parroquial de San Pedro de Gatón de Campos se conserva un exvoto con el milagro que hizo la Virgen de las Nieves en la niña Amalia que se había caído a un pozo y la Virgen hizo flotar sobre las aguas., hizo populares platos que hoy consideraríamos de menudos o segundo orden, pero no por ello de una elaboración secundaria. Guisos condimentados al estilo que había aprendido en su pueblo como los torreznos, sangrecilla, riñones, callos, morcilla, sesos, huevos fritos con tajadilla y platos de cuchara como las alubias y el cocido. Fue posiblemente el primer local de la ciudad en trabajar el bocadillo frío de embutido castellano con longaniza, salchichón, cecina y queso de Campos muy demandados por los soldados de la multitud de cuarteles que había en la ciudad.

Este corral situado en los soportales de la calle Ferrari, cuyas casas tienen entrada por las calles Ferrari y Teresa Gil, fue muy estudiado por el arquitecto Juan Agapito y Revilla para la elaboración de su libro, “Las calles de Valladolid”, nomenclátor histórico de 1937. También la periodista Maribel Rodicio tiene publicados varios escritos sobre este lugar tan emblemático de nuestra ciudad.

Boteros es hoy un lugar cerrado, y al que posiblemente los propietarios de los bajos hayan puesto puerta que les diese más seguridad y así evitar robos. Desde varios años, distintos colectivos llevan pidiendo que se abra al público para uso de la ciudadanía. Vaya desde aquí nuestro recuerdo a este rincón que en otras épocas fue tan transitado.

Fotografía de portada: Marta Gómez París. Corral de Boteros. Recreación de José María Gil.  Exposición Belenes, Angustias 2023.

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