Hospitales y hospitaleros

A José Álvarez, por su amistad y hospitalidad

Los hospitaleros voluntarios, por lo general antiguos peregrinos, son personas que dedican parte sus vacaciones a ocuparse de los peregrinos que pernoctan en el albergue y colaborar en la difusión del Camino de Santiago. José Rúa, “Pepe”, es un gallego que todos los años acude a Villalón de Campos, durante quince o veinte días, para acoger a los viajeros que se llegan al albergue ubicado en la antigua casa parroquial del cura de la iglesia de San Juan.

Pepe, además de cuidar a los peregrinos, dedica parte de la jornada a visitar los pueblos de esta zona de Tierra de Campos y conocer su patrimonio artístico, cultural y gastronómico. En estos días hemos tenido la suerte de contar con la visita de José acompañado de otros tres amigos en Villafrades. Gustosamente les mostramos la iglesia de San Juan Evangelista, edificio emblemático de la localidad; el museo parroquial Ecclesias Albas, y les informamos de la rica historia de este pueblo y la importante labor de los antiguos hospitaleros que hubo en esta villa que atendían a caminantes y peregrinos en el desaparecido Hospital de los Santos.

ALGUNOS HOSPITALES DE VILLAFRADES

Los hospitales eran obras piadosas, generalmente propiedad de alguna cofradía o hermandad, destinadas a atender las necesidades de los pobres del lugar y otros peregrinos que pudieran llegar de paso. Para costear estos gastos su fuente de ingresos era la renta de la explotación de tierras donadas por el fundador. Sabemos que, durante el medievo, en 1338, había en el Priorato de San Pedro de Villafrades dos monjes y ocho hombres que atendían a los servicios y viajeros que avanzaban a Compostela donde podían recibir caldo, pan y vino. Eran peregrinos que transitaban de Palencia hacia Sahagún por el camino real de Villarramiel a Villalón pasando por la venta de la Campanilla o Campana de Oro antes de introducirse en el término de Villafrades donde repostaban.

Estos hospitales se prodigan en siglos posteriores manteniéndoles las obras pías o cofradías. Su aparición en Villafrades nos consta desde mediados del siglo XVI.  Es muy ilustrativa la manda de la “Ofrenda del paño” del testamento de D. Juan Cándamo en 1564 quien ordena que el día de Santo Tomé busquen cuatro pobres de la villa, si los hubiere en el hospital, o los traigan o busquen fuera para que lleven las hachas a la iglesia y le hagan la ofrenda de su aniversario: “…que se los vista y vayan vestidos y haya en cada vestido seis varas de paño con los que se les confeccionen capotes, zaragüelles y calçones y a cada uno se le dé una camisa de estopa y de comer, como pobres que son, vaca, una escudilla de caldo pan y vino”.

Tenemos constancia de la existencia de tres hospitales, siendo el último en desaparecer el de Todos los Santos. El hospital del Cristo de la Cruz fue fundado por Narciso de Oña antes de 1577 y pertenecía a la cofradía y capilla del mismo nombre; del de los Herreros se tienen noticias en el año 1752, pero su fundación probablemente obedece a años anteriores a 1634 cuando existe la capellanía en el camarín de la desaparecida iglesia de Grijasalbas; y el de Todos los Santos, cuya fundación dataría de los siglos XVI o XVII, en este caso su fundadora sería María Núñez. Fue destruido por una trágica riada en el año 1739 y reedificado posteriormente hasta mediados del siglo XIX.

La fundación del hospital de San Roque de Villalón en 1761 por D. Cayetano Cuadrillero suprimió varias cofradías de la villa y con ello sus hospitales o casas de acogida que eran construcciones sencillas donde se atendía a algún pobre caminante o enfermo. El nuevo hospital se edificó a las afueras de Villalón cómo gran centro de acogida y el de Villafrades pasó a ser solamente de paso donde permanencia el peregrino el tiempo necesario para descansar y desplazarse luego a otro con mejores condiciones cómo el citado de San Roque de Villalón o Doña Blasa de Villarramiel.

Hospital de San Roque de Villalón a la entrada de la carretera de Villafrades y abajo el de doña Blasa de Villarramiel

EL HOSPITAL DE LOS SANTOS

Consta razón de los bienes y heredades de este hospital, según lo que le dotó su fundadora y bienhechores, por libros que existieron, el primero hecho por el cura Francisco Herrero en el año 1694; el segundo por el también cura Antonio Pérez en 1715; el tercero por el párroco Mateo González en 1733; y el cuarto por dicho D. Mateo en 1764. Primeramente: “…CASA HOSPITAL en el casco de esta villa a do llaman la plaza antigua y en ella está la panera del Pósito Real por lo que paga la junta del Pósito anualmente a dicho Santo Hospital sesenta reales y linda con corral de la villa y el trinquete y casa de Joaquín Alonso vecino de esta villa, tiene la puerta principal mirando al medio día y por bajo su portal a la derecha la sala de la escuela a la izquierda la cocina de horno, y un cuarto para recoger a los pobres, su corral y su pozo, por arriba una antesala y en ella un cuarto decente, dos alcobas para si hay algún enfermo una panera que coge encima de la cocina y el otro cuarto que está encima de la panera del Pósito y es donde el administrador recoge los granos del Hospital. Sigue relación de tierras…”.

Libro antiguo del Hospital de los Santos (1723)

Entre sus benefactores para obras sociales hay que destacar a D. Diego Beneitez, “el viejo”, que murió el día 25 de septiembre de 1639, el cual, por cláusula de su testamento, mandó que de su hacienda se sacasen cincuenta cargas de trigo con las cuales se fundase un Montepío y se repartiese entre todos los vecinos de la villa el día de Todos los Santos de cada año para sembrar a los que tuvieren necesidad. Su hijo, Antonio Beneitez que murió el 8 de mayo del año de 1686, agregó a este Montepío otras veinticinco cargas de trigo y una panera para recoger el grano.

Muy interesante para conocer su funcionamiento es el último libro que comienza cuando el obispo D. Cayetano Cuadrillero ordena que de las rentas del Hospital se pague al maestro de primeras letras con ocho cargas y media de trigo. Ese año (1789-1790) se toman cuentas a Pedro Fernández, su mayordomo y padre del famoso Húsar Tiburcio, y se asienta tocar a las Ánimas todas las noches del año, y en sucesivos, compostura de escuela, socorro a los pobres transeúntes y conducirles a los lugares inmediatos, así como lo que se debe de dar al cirujano por asistirles.

De sus propiedades, hay constancia de que tenía tierras en los Silos que confronta al L. con el pozo bueno, y otras al teso de las Mirabuenas; un solar arruinado donde estuvo primeramente situado en la Plazuela de esta villa, que no le regulan renta alguna por ser inútil, confronta a L. con solar de la villa, a N. con otra de Marcos Giraldo vecino de Herrín, al S. y P. con dicha Plazuela (se refiere a la plaza de San Pedro o plaza del Rollo o Torre Vieja). Según los libros de contribución de 1761 la cofradía y hospital de los Santos también tenía un palomar arruinado en un solar del barrio del Medio y una casa y palomar en el corro de la Cava.

Entre sus cargas figuran el subsidio de Semana Santa, misa de los Santos, pago al sacristán de 4 reales; por la conducción de pobres a distintos carreteros, 12 reales; del gasto y refresco que se da a los vecinos el día del arriendo de las heredades 388 reales; en 12 panes el día de los difuntos, una fanega de trigo que se da al cura por administración de los sacramentos a los enfermos, 4 fanegas al sacristán por tocar a las Ánimas las noches de todo el año, 4 fanegas al maestro de niños, 6 fanegas que se dan a los pobres de la villa. También hay compostura de las andas donde se llevan los difuntos. Durante algunos años se pagan 100 reales para la manutención de los sacerdotes franceses que hay en Villalón en virtud de la Orden de S. Ilustrísima.

El día de todos los Santos paga una misa de cuatro reales, “…y concluida la misa popular todos los vecinos se juntan a la puerta de la iglesia y se echa un responso por la fundadora y bienhechores de este hospital la misa mayor del día siguiente asiste el pueblo y se aplica también por la fundadora y tiene también la obligación de llevar a la parroquia doce panes para el túmulo. Así mismo dicho administrador en la noche de todos los santos que tiene costumbre loable nuestra madre la iglesia de tocar largamente a las ánimas para que los fieles se acuerden de sus difuntos, ha de dar de cenar al sacristán y una cuartilla de vino para los que le ayudan en la torre y cuatro reales y así el tocar a Animas todas las noches es de cuenta del hospital”.

En el siglo XVIII hay diligencias practicadas para suprimir algunas cofradías cómo la de Nuestra Señora de Grijasalbas, la Vera Cruz, o la de Fabián y Sebastián y agregar sus propiedades al hospital que resultarían muy problemáticas y embarazosas: “…en este pueblo hay muchas cofradías cuya administración es embarazar a los vecinos sin que de ello aparezca utilidad temporal ni espiritual, extinguió S.I. perpetuamente y aplicó sus rentas al hospital”. En 1797 otra extinción afectaría a la del Rosario.  D. Manuel Maroto, cura párroco, señala que en su parroquia hay una cofradía con el título de Nuestra Señora del Rosario y el modo de proceder que tienen los hermanos es dudoso. La suprime el obispo, aunque manda que se arreglen los cofrades y continúe la cofradía y que el párroco lo haga obedecer, volviendo a continuar unos dos o tres años, pero sin sujetarse a cuentas y por último a cesar enteramente. El cura párroco certificó durante el ofertorio de la misa popular e hizo saber al pueblo la extinción absoluta de la cofradía y señala que “..de algunos años a esta parte sus cofrades no han querido ni quieren cumplir con lo espiritual que es el fin a que se instituyó dicha cofradía y lo que es más ni aun de reconocer a mi como tal párroco y superior para los actos y acuerdos de dicha cofradía practicando dichos cofrades de su despotismo llegando a tanto su atrevimiento que las heredades que tiene dicha cofradía que con título de Aniversarios se las quedaron entre sí y no se ha verificado que se hayan sujetado a dar cuenta y razón de sus productos ni de sus caudales estando de por cumplir otras misas y demás piadosos”.

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Construcción del Ayuntamiento, ya desaparecido, en el suelo del antiguo pósito y que fue donado al Hospital por la familia Beneitez

En 1799 se hace un memorial y decreto para que los bienes y rentas del hospital se administren por cuenta de la iglesia durante la obra de la torre que se está edificando en la nueva iglesia de San Juan Evangelista y “…mejor seguir con la obra de la respadaña proyectada en su parroquia de San Juan se hace preciso que los sobrantes del Hospital, llevando cuenta separada para que concluida dicha obra se devuelvan”.

Por algunos documentos sueltos conocemos sus últimos años. En 1803 compostura de la casa hospital y del “pasaizo” que va al corral. Acta que presenta la junta de beneficencia al gobernador de la provincia: “…En la villa de Villafrades a primero de octubre de 1855, reunidos los señores que componen la junta de beneficencia y sanidad D. Ángel Herrero presidente D. Aureliano Balbuena párroco D. Antonio Ramos y D. Benito Rodríguez, vocales y D. Félix Diego cirujano dijeron que hace cuatro días que se halla este pueblo invadido de cólera morbo asiático y desgraciadamente aflige a la clase más pobre y necesitan de algún remedio ya para medicina ya para alimentos. La junta cuenta fanegas de las rentas de las fincas del Santo Hospital y porque estas no son suficientes para atender”.

EL MAYORDOMO HOSPITALERO DE LOS SANTOS

Damos aquí razón de las obligaciones que tiene el que sería hospitalero del Santo Hospital y estilos que debe de observar según costumbre inviolable en este pueblo: “…Está obligado luego que vea la papela del párroco que ha llegado algún pobre a darle un par de huevos y un tercio de pan y si está impedido de andar pasarle al lugar más inmediato donde dirija su camino y si está demasiado enfermo consulte con el cirujano y le porteará aunque sea en carro por ser este hospital de paso para los forasteros y socorrer a los pobres que haya del pueblo, y si no pudiese de ninguna manera salir por estar en peligro de muerte le pondrá su cama según pueda y le cuidará hasta ser lo que Dios quiera. No dará cosa alguna sin papela del Cura. Tiene la obligación de tener dos cirios de a tres libras cada uno los que tiene obligación de llevar a casa de cualesquiera que muera en este pueblo sea pobre o rico, y encenderles a el tiempo de salir el cuerpo y darles a los dos más ancianos que acompañen el cuerpo. Así mismo tiene obligación de llevar las andas con el paño negro a casa del difunto y avisar a los dos vecinos más inmediatos para que le abran la sepultura”.

Y así concluye esta entrada que gracias a la visita de José me ha traído a la memoria estas viejas historias de hospitales y hospitaleros, y que he querido compartir a través de estas líneas.

Fuentes documentales:
Archivo Histórico Provincial
Archivo Municipal de Villafrades