Según documentos existentes, la figura de la mayordoma en Villafrades es relativamente reciente. Con anterioridad al año 1800 es el mayordomo el que realiza todas las funciones relacionadas con la fiesta aunque no era esa su labor fundamental. Era elegido por el cura párroco a propuesta de los alcaldes ordinarios y cubría un puesto de responsabilidad siendo el encargado de responder de las cuentas de la iglesia. La primera referencia de mayordomo aparece en 1576. Dentro de las obligaciones del mayordomo de los s.XVI al XVIII estaba la de dar colación o refresco la víspera de la fiesta en Nª Sª de Grijasalbas a sacerdotes, justicia y vecinos que asistiesen. Consistía dicha colación generalmente en vino y fruta.
Las mayordomas son nombradas el día de la festividad de la Virgen del Rosario y ostentan el cargo hasta la misma festividad del año siguiente. Hasta hace unos años la elección seguía riguroso orden de nacimiento, y podían renunciar al cargo durante la semana de la novena de la Virgen de Grijasalbas. Optaban al cargo las casadas y nacidas en el pueblo, o las que hubiesen contraído matrimonio con algún nativo inscritas en su registro eclesiástico. Actualmente ante la escasez de candidatas, acceden al cargo voluntarias dándose en muchas ocasiones la circunstancia de que tengan que serlo en más de una ocasión.
Se designa una Mayor y una Menor, siendo la primera normalmente la de mayor edad. A lo largo del año son las encargadas de mantener la capilla de la Virgen perfectamente limpia y adornada. En los días previos a la festividad presiden la novena y demás actos litúrgicos en los que son las protagonistas. Otra de las tradiciones muy arraigadas es la de agasajar a danzantes, músicos y a sus convidados, con licor, pastas y el popular «papelucho».
Ser camarera o mayordoma de la Virgen de Grijasalbas se lleva con orgullo y supone un acontecimiento relevante en la vida de las mujeres villafradeñas. Por ese motivo, afortunadamente hemos llegado a una colección de fotografías de antiguas mayordomas muy interesante. Las vemos retratadas perfectamente ataviadas con sus mejores galas, luciendo los manteles para portar los mazapanes, o alumbrando a la Virgen durante el discurrir de la procesión.