La Fiesta

La víspera

Antiguamente el día de la víspera antes de comer los músicos recorrían el pueblo con un pasacalles sin danzantes anunciando el comienzo de la fiesta. “Galindo” solía tocar las habas verdes para anunciar su presencia desde la estación hasta la casa de la mayordoma y a la altura de las eras salía la chiquillería a recibirle.

Actualmente esta costumbre se ha perdido y las vísperas comienzan al atardecer cuando los danzantes ataviados con los trajes de vísperas acompañan a mayordomas y autoridades a los actos religiosos.

 

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Pasacalles el día de la víspera

Es muy disputada la puesta de la boina a los pies de la Virgen por los recién casados que intentan portar la imagen durante el discurrir procesional, siendo requisito imprescindible ser del pueblo o estar casado con alguna nativa. Además estos pretendientes a llevar las andas deberán permanecer velando a la Virgen desde el término de la novena hasta el comienzo de la procesión. Esta costumbre ancestral se ve reflejada ya en el año 1594 siendo Mayordomo Alonso Beneytez en que se dio una “colación de seis reales y cuarto que costaron veintiséis libras de peras para la colación de Nª Sª de Agosto según de uso y costumbres que se hallaron a la vigilia y correturno».

Con el descenso de la población, desapareció algo con tanto arraigo y tradición como era el baile de los danzantes. Se iniciaba el mismo con una enorme hoguera de manojos y leña, nunca de maza, que debían preparar los cuatro danzantes más jóvenes, en torno a la cual se celebraba el baile. Para este acto que comenzaba a las diez de la noche, los componentes de la danza acudían con traje de vísperas, siendo en todo momento los anfitriones de la fiesta.

Daba comienzo con la tradicional jota, y seguidamente el chivorra tocaba con la castañuela a ocho mujeres, preferiblemente casadas, que con esta ceremonia estaban obligadas a bailar con los ocho danzantes, seleccionando el chivorra con quién debía de bailar cada uno. Si alguna rehusaba, bien porque no quisiese bailar o porque el danzante elegido no fuese de su agrado, éste soltaba las bolas de su tralla y con ellas las enganchaba organizándose frecuentemente casos anecdóticos y divertidos que alegraban a los asistentes.

Señalemos como curiosidad que era un baile en el cual las mozas poco agraciadas (físicamente se entiende) y apoyándose en la generosidad del chivorra eran galantemente obsequiadas con algunos bailes. Los danzantes durante toda la noche estaban obligados a tener como moza de baile a aquella compañera que su jefe (chivorra) le asignase, dándonos esto una idea de la suma autoridad que dispensa éste sobre los danzantes.

La Fiesta Mayor

La Fiesta Mayor, actualmente, se celebra el domingo posterior al día 16 de agosto (festividad de San Roque).

A primera hora de la mañana los danzantes acuden a la misa que se celebra en su honor lo que les libera de acudir a la misa mayor que se celebra después de la procesión durante la cual los danzantes son agasajados en casa de la mayordoma mayor.

A media mañana la danza, vestida ya de gala, al son de los pasacalles postula de casa en casa en busca de autoridades y mayordomas acompañándoles a la misa mayor y haciéndoles pasillo a la entrada de  la iglesia donde poco después dará comienzo la típica procesión.

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Danzantes acompañando a las mayordomas

A propósito de este  acompañamiento existe un protocolo que hay que respetar, los danzantes van en busca del chivorra y comienzan el pasacalles. En primer lugar acuden a recoger a las autoridades al ayuntamiento y llevarlas a la iglesia, y seguidamente a la mayordoma mayor y por último a la menor (siempre acompañándolas desde su casa hasta la iglesia).

Mayordomas a la entrada de la iglesia

En este día a la Virgen se la engalana con amplia capa bordada en oro y dos roscones de mazapán, atados con cintas a los brazos de ésta y su niño.

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Virgen engalanada

En el desfile procesional, autoridades, sacerdotes y mayordomas preceden a la Virgen, siendo los componentes de la ancestral danza junto con los músicos que les acompañan los que abren el cortejo. Cuatro hombres, siempre casados, portan sobre sus hombros las andas sobre las que está colocada la imagen de la Virgen, ayudados por las horquillas que les permiten ciertos alivios a lo largo del recorrido procesional.

Este ceremonial en torno a la procesión es aún un calco de la que nos describe de últimos del siglo XIX y principios del XX el poeta “Velay”.

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Virgen con manto antiguo

Durante este ceremonioso recorrido se dan una variedad de danzas, comenzando con un valseado de salida que se realiza de cara a la Virgen que precede al verso que el chivorra le dedica, único y generalmente compuesto por él mismo.

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Procesión año 1944

En el discurrir de la procesión y en sitio ya establecido según costumbre, se realizan cuatro lazos de paloteo “Los Cristos”, “La Virgen”, “La Pájara Pinta” y “La Verde”, intercalados por tradicionales pasacalles y algunas variantes de contradanza con los que transcurre la procesión, cerrando la misma con otro nuevo valseado, de entrada en este caso, y siempre de cara a la Virgen. Todos estos bailes se inician con “venias”, cuando se parte de cara a la Virgen, o “zapatetas” si es de espaldas a la misma.

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Valseo de comienzo de la procesión

Tras la procesión da comienzo la solemne misa, al final de la misma se danzan tres nuevos lazos dedicados uno a las autoridades, un segundo en honor a las mayordomas y por último un tercero a la salud del cura párroco y autoridades eclesiásticas invitadas a la celebración litúrgica. Concluido este acto se hacen los acompañamientos de rigor que se prolongan hasta tarde dándose por finalizada la festiva mañana.

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Por la tarde es celebrado con gran devoción el canto de la salve, en el que antiguamente tomaba parte el dulzainero acompañando los cánticos con su dulzaina. Más remota aún es la cita que se hace de la salve en el inventario de bienes y demás alhajas que tiene la iglesia parroquial de Santa María de Grijasalbas extramuros del año 1749: “Cuadernillo por donde se canta la salve”.

Concluye la jornada acudiendo al baile con hoguera de “maza” delante de la puerta de las mayordomas, conocido como el baile del papelucho que desaparece a finales del siglo pasado.

Segundo día de fiesta

Da comienzo el día con la “arbolada” o alborada que antiguamente se celebraba el día de la fiesta al amanecer y consistía en alegres e informales pasacalles a ritmo de habas, dianas y reboladas, esto hacía que con frecuencia el chivorra tuviese que soltar la tralla para mantener el orden del grupo de danzantes. Hoy día, por evolución de costumbres se realiza el segundo día de la fiesta y el horario se demora hasta entrada la mañana. Los danzantes y todo aquel que les quiera acompañar (normalmente gente de su misma cuadrilla) recorren todo el pueblo recogiendo las propinas y peticiones de lazos  de los vecinos que así lo deseen, pudiendo elegir si prefiere que le dediquen el lazo a la puerta de su casa o después de misa en la plaza. En su día el dinero percibido por la petición de los lazos lo empleaban los danzantes en organizar su típica fiesta el día de San Antón, actualmente lo emplean en invitar a una merienda a todo el pueblo.

Danzantes durante la "arbolada" o alborada

A media mañana se procede de nuevo al acompañamiento de autoridades y mayordomas hasta la iglesia para asistir a los actos eclesiásticos.

Al concluir la misa se danzan una sucesión de lazos (los que no se dedicaron durante la “arbolada”), uno detrás de otro procurando con ello danzar los veintidós lazos conocidos que componen el repertorio.

Los danzantes toman parte en los primeros cediendo luego los palos a todo aquel que se quiera incorporar. Normalmente se da prioridad a la familia a la que se dedica el lazo, sin embargo cualquiera puede participar llegando a palotear gente de todas las edades y sexos, lo que da una idea del arraigo e importancia que tiene la danza en este pueblo.

Lazos del segundo día de fiesta

Es destacable que desde pequeños tanto niños como niñas aprendan a danzar, siendo esta la razón de que a pesar de ser una danza exclusiva de hombres la gran mayoría de las mujeres sepan este arte.

Durante el suceder de estos lazos que suele alargarse normalmente más de dos horas es curioso observar las dispares y variopintas cuadrillas que se forman de danzantes que deciden palotear, participando conjuntamente mujeres, niños o ancianos.

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Mujeres danzando el segundo día de fiesta. Años 50.

Por la tarde se realizaba el ritual de moler los palos, costumbre hoy perdida, donde se hacía una invitación por parte de los danzantes, a todos los mozos para que danzasen a la puerta del chivorra hasta quedar totalmente rotos los palos empleados durante ese año. Concluye la jornada con el tradicional “papelucho” en este caso en casa de la mayordoma menor.

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